jueves. 28.03.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo LXXVII. Recuerdos

Después de mucho tiempo, es bueno encontrarte con tu pasado, con aquellas viejas amistades que hace ya mucho tiempo, compartieron conmigo una infancia, llena de miedos y alegrías. Un buen café acompañado por una copa de licor, dan paso a un montón de anécdotas y de historias vividas en esa generación de la abeja maya.

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Las camisas tenían unos cuellos desorbitados, estampados imposibles, y una cartera de cuero acompañada de mucho miedo a la hora de ir al colegio, por culpa de la vara verde de los profesores más estrictos.

Sí,  éramos inocentes, tímidos y poco sabidillos por culpa de una educación pobre, acompañada de reprimendas y bocadillos de mortadela.

Los más pudientes comían nocilla a escondidas para que los mayores no hurtaran el pan con chocolate.

Pero con muy poco éramos felices, una cuerda, una goma y un árbol a modo de castillo era nuestro reino.

Una pelota vieja, rodillas encostradas y tirones de trenzas hacían lo propio para que justo después tan amigos, sin rencor, solo inocencia y bondad.

Intercambio de cromos, películas de Tarzán, y Espinete, eran nuestros héroes.

Todo dio paso a la pubertad, sin haber aprendido nada de la vida, de los peligros de la vida adulta, de sexo ni mu. Una inocencia que se pierde en la infancia a golpe de trabajo duro para conseguir una vida adulta llena de resbalones, por culpa de una inocencia trasmitida de una generación educada en el miedo y la sumisión.

En ese café tuve que hacer un gran esfuerzo por recordar algunas cosas que ha anulado mi cerebro. Como soy muy práctica me he quedado sólo con lo bueno, las risas y anécdotas vividas.

Desde una cafetería perdida en un pueblo, después de un café y diez copas, terminaremos de fiesta mis amigos, acompañados de mi infancia, buena juerga hasta el amanecer.

Querida Olga gracias por venir, ser mi amiga, y tengo el gran honor de haber vivido junto a ti mi infancia y juventud.

Capítulo LXXVII. Recuerdos