jueves. 25.04.2024

En algunos casos la mayor parte del tiempo nuestras interacciones como pareja son superfluas. Se hacen preguntas tontas, se busca dañar más que conseguir logros u objetivos. Las preguntas, las interacciones en este sentido no solucionan conflictos, no hacen avanzar el juego. Solo aplacan la ansiedad que produce el juego en sí mismo.

Lo que buscamos es la ganancia para los dos, pero muchas de las interacciones buscan no la ganancia de uno (lo cual sería egoísta, poco que ver con la relación de pareja o el concepto de amor), no la ganancia del otro (que sería una relación un tanto masoquista, que espera con ello coger energía, aumentar su fuerza,... para el momento en que sí le convenga ganar); en muchos casos se busca que el otro pierda más que yo.

Vamos al cine. ¿Qué película podríamos ver? Yo, la de Woody Allen. Yo, la de Al Pacino. Al final se termina viendo otra película que no nos gusta a ninguno de los dos.

La relación de pareja es un juego: es decir una serie de interacciones entre dos que se regula por unas normas. Esas reglas del juego pueden estar construidas tanto por la sociedad como personalmente, no tienen porqué ser conocidas. Pueden estar funcionando sin que los jugadores hayan puesto nunca encima de la mesa. “Está claro que eres el responsable de sacar al pasear al perro”, “a ti te toca traer el pan todos los días”, “los domingos se come en casa de mis padres”, “cuando lloro a ti te toca ceder”, “en esta habitación cambian las reglas”,...

Este tipo de reglas pueden parecer muy concretas pero puede haber otras muy ambiguas, su cumplimiento o no están sujetas al criterio personal del que las usa: “deberías hacerme caso”, “deberías hacerme feliz”,...

Al contrario que otros juegos no es preciso que el otro pierda para que uno gane. De hecho se trata de ganar “en el juego”, no de ganar “el juego”. Es un proceso de interacciones en el que se busca obtener ganancias, beneficios, al menos, un balance positivo en la suma de pérdidas-ganancias, virtudes-inconvenientes.

Al ser el juego en sí mismo la fuente de donde extraer beneficio, no solo se juega con y contra el otro, sino también con y contra uno mismo.

En las parejas hay un presuposición mítica, es la idea perversa de que lo que me dan, donan, regalan es algo que concede la otra parte, sin embargo lo que se piensa es que es algo a lo que tengo derecho. Los regalos en pareja no son un derecho adquirido por el hecho de que tú seas mi pareja. La donación se produce por voluntad propia del donante, no por imposición del receptor de la donación. Este derecho que creemos tener sobre los regalos  / dones de la otra persona es el que produce el conflicto cuando el don / regalo no se produce: “masaje en los pies”, “felación en la ducha”, “ir a buscarme a la salida”...

Los regalos también pueden ser la no acción de las conductas que son desagradables para el otro. “Ponerse borracho”, “entrar con las zapatillas llenas de barro en casa”, “felación en al ducha”,...

Efecto típico en pareja es que uno apunta haber dado algo, algo que el otro apunta no haber recibido (tómese como apunte contable); y también uno apunta haber recibido algo que el otro apunta no haber dado.

La cuestión es ¿cómo construyo la satisfacción de mis deseos? Y no como el otro satisface mis deseos o no. El peso recae en qué, por qué, y para qué pido lo que quiero. En la construcción de los deseos ¿no será que hay un a incapacidad para generar, construir, producir, expresar deseos? Puede que la situación solo se encuentre en parte, y que la solución de una empuje a las otras en la misma dirección.

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Conflictos Parejiles