jueves. 25.04.2024

Máscaras y sombras conviven con nosotros, son inherentes al ser humano y nadie carece de ellas. ¿Por qué entonces nos resultan tan ajenas o extrañas estas dos palabras? Sencillamente, porque no tenemos conciencia de ellas. No tener conciencia de algo no significa que ese algo no exista. Solo significa que no lo conocemos o que no somos capaces de percibirlo. ¿Qué son, pues, las máscaras y las sombras?

Fue el psiquiatra suizo Karl Gustav Jung quien utilizó por primera vez estos dos conceptos, siendo una de sus aportaciones más interesantes. Jung denominó sombra a aquellos aspectos inconscientes de nuestro carácter que hemos reprimido o que nunca hemos reconocido en nosotros mismos. En esta zona oculta de nuestra personalidad se manifiestan los deseos, impulsos, sentimientos e ideas que hemos reprimido por consideramos censurables (por ejemplo: egoísmo, pereza, sensiblería, cobardía, ambición, victimismo, envidia, deseo, rabia, etc.) Sin embargo, la sombra también puede contener aspectos positivos (por ejemplo: instinto, creatividad, brillantez, sensibilidad, etc.)

Estas características que no somos capaces de reconocer en nosotros mismos, habitualmente sí podemos percibirlas en los demás. Esto es debido a que proyectamos en ellos nuestra propia sombra, atribuyéndoles nuestros propios defectos o cualidades ocultas, que vemos reflejados en ellos como si de un espejo se tratara.

Como decía al principio, la sombra es algo inherente al ser humano, sea cual sea su origen y condición social. Esto es así porque desde pequeños somos educados, consciente o inconscientemente, en la polaridad “bueno-malo”. Desde la más tierna infancia, aprendemos cuáles son las conductas adecuadas o inadecuadas, aceptables o reprobables, en virtud de la reacción de los adultos que nos rodean (especialmente de nuestros padres, familia, profesores, etc.) Puesto que todo ser humano desea y necesita sentirse querido y aceptado, desde pequeños aprendemos a reprimir aquellas conductas y aquellos aspectos de nuestro ser que causan rechazo, desagrado o reprobación. Poco a poco, vamos modelando nuestra personalidad para ser aceptados y responder a las exigencias sociales. De este modo fabricamos nuestra máscara, es decir, el conjunto de conductas y actitudes que sí mostramos ante los demás. En cada situación desempeñamos un “papel” diferente, un personaje diferente: niño bueno, trabajador intachable, fanfarrón, atrevido, bondadoso, etc. Las máscaras nos ayudan a ocultar nuestra verdadera identidad y a adaptarnos a las diferentes situaciones que la vida nos plantea.

Sin embargo, el problema surge cuando nos identificamos con la máscara que hemos creado, cuando creemos que “somos el personaje”, ya que, para adaptarnos socialmente, a menudo tenemos que renunciar a nuestra propia forma de pensar y sentir en pro de mantener la “buena imagen”. Aquí es donde aparece el conflicto interno que puede dar lugar a desequilibrios, malestar e incluso enfermedad.

Tomar conciencia de nuestras propias máscaras y sombras, aceptarlas e integrarlas es el mayor acto de amor que podemos hacer por nosotros mismos y también por los demás. Mientras sigamos rechazando esa parte de nuestro ser, seguiremos proyectándola en los demás, lo cual nos impedirá verlos de forma objetiva y condicionará nuestras relaciones. Solo a través del autoconocimiento y la aceptación de todas las facetas de nuestra personalidad, podremos realizar cambios verdaderos y permanentes en nuestra experiencia vital. Se trata, pues, de cambiar nuestro enfoque de “fuera a dentro”, de darnos cuenta de que aquellos que nos rodean no hacen sino reflejar nuestra propia imagen. Este cambio de mentalidad nos ofrece la posibilidad real de responsabilizarnos de nuestra propia vida, asumir nuestra verdadera identidad y mejorar la calidad de nuestras relaciones humanas. ¿Qué más podríamos pedir?

El trabajo con las máscaras y las sombras en Biodanza se realiza de una manera lúdica y creativa: con diferentes propuestas de música y movimiento, dinámicas grupales y ejercicios de creatividad. A través de las vivencias que experimentamos durante el taller, tomamos conciencia de nuestras propias máscaras y sombras con naturalidad, sin drama ni temor. El resultado: ser capaces de reconocer, aceptar e integrar todos los aspectos de nuestros ser, logrando una existencia más plena, auténtica y feliz. 

El trabajo con las máscaras y las sombras en Biodanza