viernes. 19.04.2024

La verdad es que un día de campo es algo que puede parecer normal entre los que somos de la tierra: vas al campo, te tomas tus gachas, bebes vino y disfrutas de la naturaleza si hace buen tiempo. Hasta ahí todo bien, es lo que hacemos todos en esas situaciones. Pero cuando visitas viñedos con un suelo histórico, con una tierra cuyas características dan como fruto un vino exquisito, único y del que sus dueños te cuentan historias de quienes se asentaron allí, historias de sueños hechos realidad y con tanta pasión, tu visión de ese día cambia.

Comenzamos a las 10 de la mañana con un desayuno en El Patio de Chato Grato, compuesto de dulces típicos de Valdepeñas y antes de salir a las viñas un poquito de mistela para entrar en calor. ´

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Los hermanos Gregorio y José López de Lerma, junto a su socio José Luis del Olmo y José Carlos Rodríguez (Chato Grato), fueron los encargados de presentar los vinos en el terreno, en las viñas, ubicadas en un paraje y un enclave único, próximo al Yacimiento Íbero del Cerro de las Cabezas, en un suelo con una morfología distinta a la que estamos acostumbrados en nuestra llanura manchega, situada a 800 metros de altitud, con un suelo de origen volcánico, granítico, con mucha piedra. Una parcela flanqueada por 300 hectáreas de sotobosque mediterráneo donde los olores a romero y manzanilla nos embargaron los sentidos. Un momento especial en el que los asistentes entendimos porqué sus vinos tienen ese toque aromático distinto que sale de esa tierra.

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Un paseo por las nubes, pero en la tierra, donde subimos hasta el sotobosque, con una pendiente de un 27% y divisar un paisaje lleno de contrastes, de colores, como es nuestra tierra en esta época del año.

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Distintas variedades de uva que se dan en un terreno que en su día estuvo habitado por nuestros antepasados, los Íberos. Uvas de la variedad tempranillo, merlot, cabernet franc y sirac, para hacer los vinos Orissón y Oretano, produciendo 1 kilo por cepa de media, algo más de una botella.

Estos viticultores nos mostraron como cuidaban su viñedo, como realizaban la poda sin dañar la planta y nos dieron a probar sus dos joyas en plena naturaleza, en su origen. Una cata que también explicó Jose Carlos Rodríguez, de Chato Grato, y encargado de hacer las ricas gachas que acompañaron a los vinos.

Mostrando la poda (Copiar)IMG_9381 (Copiar)IMG_9415 (Copiar)IMG_9420 (Copiar)Haciendo las gachas (Copiar)

El valor de todo ello, conocer y degustar unos vinos especiales que nos mostraron donde nacen, el por qué de su sabor, de su color, de su olor, para entender como el sueño Oretano y Orissón han cobrado vida. Nombres con historia en esta tierra de contrastes y un homenaje a quienes la poblaron antes que nosotros e hicieron que fuera fructífera.

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Cultura vitivinícola en estado puro, donde los que asistimos a esta actividad aprendimos a ver la tierra con otros ojos, la riqueza que entraña en todos los sentidos y a entender el duro trabajo de quienes cada día luchan por mantener nuestro campo y lo hacen con pasión, porque les gusta, porque lo aman y saben ver la importancia de un sector en el que las administraciones publicas deberían poner más ayudas, más reconocimiento, porque es de lo que vivimos, porque es lo que comemos, porque, en definitiva, es el motor económico de muchas familias dedicadas a la agricultura y ¿por qué no?, hacerlo responsabilidad de todos.

gregorio explicando (Copiar)IMG_9408 (Copiar)IMG_9375 (Copiar)IMG_9384 (Copiar)IMG_9439 (Copiar)

IMG_9408 (Copiar)IMG_9382 (Copiar)botellas de vino y copas (Copiar)

Un paseo espectacular entre viñedos con historia de la mano de Chato Grato y La Encomienda