jueves. 18.04.2024
OCIO

Socios de la Asociación Orisos estuvieron en el Cerro de las Cabezas presenciando la llegada del equinoccio de primavera

El pasado 20 de marzo, a las 4:30 horas (en horario universal) se producía el equinoccio de primavera, momento en el que el astro rey, el Sol, corta el plano del ecuador terrestre, y momento en el que la duración del día es igual a la de la noche en todo nuestro planeta Tierra. En el hemisferio norte supone el comienzo de la primavera, y aunque desde el solsticio de invierno la luz ha ido ganando tiempo a la oscuridad, es ahora cuando lo hace más rápidamente, incluso el Sol calienta más al estar cada vez más alto en el horizonte y los rayos solares  inciden más perpendicularmente.

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El equinoccio de primavera supone el renacer de la vida nueva y la eclosión de la naturaleza, y así lo refleja la mitología clásica con diversos ejemplos como Perséfone (la Proserpina romana), la diosa de la vegetación raptada por Hades, volviendo del inframundo para reunirse con su madre, la diosa de la agricultura, Deméter; o con Isis, diosa egipcia fecundadora de la naturaleza, resucitando a Osiris, dios de la vegetación y la naturaleza; o, incluso la diosa púnica Tanit, diosa de la fertilidad, de las cosechas, entre otros ejemplos de diversas culturas.

En los equinoccios, el Sol sale exactamente por el este, y se pone al atardecer justo por el oeste. Estas circunstancias son una referencia de la astronomía, y en la Antigüedad no debieron pasar desapercibidas a muchas culturas, entre ellas al mundo ibérico, máxime cuando esta fecha marcaba el comienzo del año en la mayoría de los calendarios de la Antigüedad, siendo por tanto, la referencia para medir el paso de los años. 

En unas sociedades eminentemente agrícolas en las que el ritmo de vida venía (y viene) marcado fundamentalmente por las plantas, los animales y los trabajos que requiere su explotación, estas fechas fueron sin duda un referente, aunque también debieron serlo, como argumentan muchos investigadores, a nivel de creencias religiosas y cultuales.

Con todas estas premisas, un nutrido grupo de socios de Orisos madrugaron el pasado domingo para ver in situ, en el yacimiento ibérico del Cerro de las Cabezas, la salida del Sol y su posterior recorrido, así como su incidencia en determinados edificios de esta ciudad ibérica.

La experiencia del amanecer manchego, con su explosión de colores y tonalidades es espectacular, máxime si se contempla en este magnífico lugar donde lo contemplaron los habitantes de esta ciudad hace más de 2.200 años.

Esta actividad ya se viene realizando desde hace un par de años, con el fin de documentar precisamente la incidencia de los solsticios y equinoccios en el oppidum ibérico, y también en esta ocasión resultó muy positiva y agradable, pudiendo disfrutar los socios de Orisos de unas excelentes vistas del amanecer del paisaje manchego y del comienzo de la primavera. 

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