jueves. 18.04.2024
OPINIóN

Notas desde la barrera Cap. XXV: La purga necesaria

“-Di el nombre y morirá. Mañana, o dentro de una luna, o dentro de un año. Uno no vuela como los pájaros, pero mueve un pie, y luego otro; y un día uno llega, y el rey muere.” Esta frase de un diálogo en “Juego de Tronos” parece ajustarse como un guante a la situación del Partido Popular tras la dimisión de Esperanza Aguirre. En la serie, una niña (Arya Stark) habla con un asesino (Jaqen H’ghar) y le pide que mate a alguien. 

Esperanza aguirre

En la vida real, cambien el nombre del asesino por “corrupción” y el de la niña por “Esperanza Aguirre” y tendrán un perfecto resumen de la situación que se avecina en las plantas nobles de Génova 13 y que tiene a más de uno muy asustado. Porque el Rey que va a morir también tiene nombre allí, y se llama Mariano Rajoy.

La dimisión de la “lideresa” pone fecha de caducidad al liderazgo de Rajoy. Porque rompe la coraza de silencios y lealtades cruzadas que el líder había construido con tanto esfuerzo. La comparecencia de Esperanza Aguirre tras su renuncia más parecía dirigida a animar al Presidente a que asuma su responsabilidad que a los periodistas que allí se congregaban. Particularmente sonora ha resultado la frase “la corrupción nos está matando a todos”, no sólo por arrastrar la ese final como lo habría hecho el Presidente en funciones, sino porque ese “todos” no se refería tanto al resto de los partidos sino al resto de los dirigentes del PP que, amparándose en no saber ni enterarse de nada, se han parapetado a la espera de que la situación política les permita seguir medrando en un futuro gobierno que cada vez más se antoja inalcanzable. Aguirre ha emplazado a Rajoy a que asuma su responsabilidad in vigilando, la misma que a ella le ha costado el puesto.

Hace unos días alguien se preguntaba delante de mí cómo era posible que, habiendo más imputados y más casos de corrupción (y de más cuantía) en el PSOE, no le pasara tanta factura electoral. Y me sorprende que a estas alturas haya alguien que todavía se haga esta pregunta, porque la respuesta es evidente. El PP siempre ha sido visto entre la gente como el partido de los ricos contra los pobres, mientras que el PSOE ha sido visto como el partido de los pobres contra los ricos. Cuando ocurre un caso de corrupción en las filas socialistas se demoniza al individuo y no a la organización, y cuando ocurre un caso en las filas populares se demoniza al individuo, pero también al partido. El que un pobre robe siempre será mejor visto que el que lo haga un rico. Cuando los ciudadanos miran al PSOE ven una casa sucia y cuando miran al PP ven un estercolero. No por es ninguna conspiración, es pura psicología. Y más en el país que encumbra al Lazarillo y condena al infierno a Amancio Ortega sólo por tener más dinero que nadie, por mucho que done para construir hospitales.

La solución para el Partido Popular no es fácil. Pide a gritos una refundación imposible, porque consistiría en que tomara las riendas alguien sin peajes ni mochilas, empiece una auditoría interna a todos los niveles y lleve por las orejas ante el juez a todo aquel del que se tenga la más mínima sospecha. Aunque no haya sido imputado (aún). Una purga dolorosa en toda regla, y que con su gesto Aguirre pretende liderar. Pero esta solución evidente y deseable es a la vez irrealizable, porque la vieja guardia nunca permitirá que eso suceda. Sólo un tsunami en forma de paso a la oposición permitiría atisbar una esperanza de que esto ocurra frente a los que han hecho de la omertá su forma de vida.

Esperanza Aguirre ha enseñado el camino. Sólo falta que los que deben seguirlo tengan la valentía de hacerlo, y de momento nadie ha expresado mucha pena ni parece darse por aludido. No deberían demorarse mucho en hacerlo, porque a fuerza de querer resistir de forma numantina en los parapetos que se han creado van a ver cómo son sobrepasados por una formación, Ciudadanos, que tiene innumerables defectos pero que con la que está cayendo hace destacar su gran virtud: la lucha sin cuartel contra la corrupción. Que los dirigentes del PP dejen de pretender ser tomados por tontos que no se enteraban de nada para no tener que asumir la responsabilidad que les corresponde. Porque, como bien ha dicho la ya ex-presidenta del PP madrileño, el bien general está por encima de personalismos. Aunque ese bien general pida sangre inocente, y aunque eso suponga abandonar la trinchera en la que los dirigentes se han instalado confortablemente mientras sus bases han quedado abandonadas a su suerte.

Rajoy es hoy el timonel de un barco fantasma y a la deriva, y cuya tripulación ha empezado a abandonar. La única solución, antes de que se vaya a pique, es que el capitán salte por la borda y deje el timón a alguien capaz de hacer frente a la gran vía de agua de la corrupción. Es injusto, pero es necesario. La regeneración de la que tanto habla, arrastrando las eses, así lo exige.

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Notas desde la barrera Cap. XXV: La purga necesaria