jueves. 25.04.2024
Opinión

Notas desde la barrera Cap. XXVIII: Terremoto y réplicas

Cuando se produce un terremoto, suele ocurrir que se produzcan también y con posterioridad otros temblores más pequeños, llamados réplicas. A veces cientos de ellas. Se deben a que las placas tectónicas están terminando de asentarse, y suelen ser de menor intensidad que el movimiento primero y principal. Eso es lo normal. Sin embargo, hemos asistido hoy a un caso en que las réplicas han sido mayores que el seísmo que las ha originado. Todos ellos con epicentro en la Carrera de San Jerónimo. Me refiero, naturalmente, a la segunda jornada del debate de investidura de Pedro Sánchez.

Congreso de los Diputados

En efecto, después del discurso plano y sin brillo dialéctico alguno que el candidato pronunció en la primera jornada, y en el que el mayor protagonismo se lo llevó aquello que no se atrevió a decir (la supresión de las Diputaciones), hemos asistido ahora a las intervenciones del resto de portavoces. Y esta vez sí, hemos observado discursos vibrantes, episodios broncos y oratoria de más altos vuelos. Hemos visto, por fin, lo que podría esperarse de un auténtico debate de investidura en las circunstancias en las que nos encontramos.

Empezó Mariano Rajoy. Y empezó muy bien. El Presidente en funciones ha demostrado repetidas veces que es un buen parlamentario y ha hecho honor a su fama. Su socarronería, su sentido del humor y su típica retranca gallega han salpicado un discurso en el que anunciaba que votaría que NO, como no podía ser de otro modo. Lástima que esa ironía con la que empezó (“por lo visto ha ganado las elecciones un tal Sr. Cambio”) trocara pronto en soberbia intelectual. Ha estado faltón (“lo van a entender incluso siendo ustedes”) y prepotente en algunas ocasiones, lo que ha afeado el aspecto general de su discurso. Lo malo es que ha hecho un buen discurso… si su papel hubiera sido el de líder de la oposición y no el de Presidente en funciones o candidato de la lista más votada. Y lo peor es que su intervención ha estado construida alrededor de una mentira, la de afirmar que declinó la investidura porque sabía que el pacto entre PSOE y Podemos estaba hecho. Y digo que es mentira porque no lo sabía sino que era una deducción que el tiempo ha demostrado errónea. No ha aclarado quién supuestamente se lo dijo (¿Sánchez, Iglesias, el Rey?), pero está claro que cuando te falla la base de tu argumentación, todo lo demás se viene abajo por mucha razón que se lleve o muy brillante que se sea.

Continuó Pablo Iglesias. Y el gran espectáculo llegó a la Cámara. Su discurso ha estado motivado por algo muy sencillo: sabiendo que muchos votantes del PSOE miran con desaprobación el giro a la derecha de su partido, ha ido a la caza y captura de esos votos como adalid de la izquierda. Ha visto abierto en canal el flanco izquierdo de los socialistas, y hacia él se ha lanzado con la clara intención de morder. Su intervención ha constituido, sin duda, el primer gran acto electoral de una próxima campaña. Empezó recordando a Puig Antich y a los de Vitoria (que tiene gracia que eso lo haga quién califica a Otegi de preso político), ha seguido afeando al candidato su giro liberal (“pronto los obreros le reclamarán la S y la O”), y ha terminado con un tímido ofrecimiento a volver al diálogo con ellos (supongo que por el “qué dirán”). Todo ello con muchos decibelios y salpicado con muchas citas tipo “a las barricadas”. Pero sin duda el gran momento ha estado cuando ha acusado a todo el PSOE en general y a Felipe González en particular de tener el “pasado manchado de cal viva”, en una nítida referencia a los GAL. Con esta afirmación, ha dejado claro que apuesta por unas nuevas elecciones y por la rotura de puentes con el Partido Socialista. Después de esto, no creo que pueda llegarse a un entendimiento entre ambas fuerzas. Lo dicho, todo un acto de campaña al que sólo faltó el megáfono, porque todo lo demás estuvo; hasta el gesto tuitero del beso en la boca con Domenech.

Y acabó Albert Rivera. Hizo lo que en el toreo se conoce como “templar y mandar”. Bajó el nivel de crispación que la intervención del líder de Podemos había dejado. Defendió el pacto al que había llegado con Sánchez e incluso defendió al candidato con más acierto y contundencia que la que el propio Sánchez había empleado. Pero sin duda, la frase más importante de su intervención ha sido la que ha afirmado que Rajoy no puede liderar la lucha contra la corrupción cuando no ha sido capaz de limpiar su propia casa. Ha constituido, sin duda, toda una declaración de intenciones en lo que respecta a un posible acuerdo futuro con el PP: es posible, pero el líder tiene que cambiar. Y sobre todo, se ha afirmado como el hombre de Estado que pretende ser. Si hubiera que elegir un ganador de todo este esperpento, él sería el escogido.

A todos ellos contestó Pedro Sánchez. Si el día anterior estuvo ramplón y aburrido, en este no brillado a mucha más altura. A Rajoy le afeó su renuncia, a Iglesias le respondió con una sorprendente mesura (¿señal de que no le cierra la puerta?) y a Rivera le agradeció el acuerdo al que llegaron. Era un hombre derrotado de antemano y él lo sabía. Y ese conocimiento de la derrota ha salpicado todas sus intervenciones. Eso sí, tiene razón en que su ofrecimiento al Rey ha puesto en marcha el reloj, y a partir de este momento los plazos empiezan a correr. El famoso tic-tac de Iglesias está sonando, y como mucho dentro de 2 meses sabremos el desenlace.

Todos han sacado algo en limpio. Sánchez ha acallado de momento toda contestación interna, Rajoy ha dado un baño de autoestima a sus huestes (que buena falta les hacía), Iglesias ha cumplido su propósito de dar por empezada la campaña electoral con un mitin visceral, y Rivera se ha dado una pátina (otra más) de estadista alrededor del cual puede aglutinarse un gobierno. Porque esas y no otras son las opciones, no se engañen. O “Borgen” o elecciones. O se hace Presidente a Albert Rivera o el 26 de junio volvemos a las urnas. No hay más, visto lo visto.

No es probable que el viernes la segunda votación diga algo distinto a lo que ha dicho la primera. Salvo sorpresa mayúscula, Pedro Sánchez no será investido. La partida comenzará a partir del 5, y entonces veremos qué puentes se tienden y cuales se destruyen sin remisión. El terremoto y sus réplicas tienen estas cosas. Sólo espero que a la gente nos sea leve.

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Notas desde la barrera Cap. XXVIII: Terremoto y réplicas