viernes. 19.04.2024
OPINIÓN

Notas desde la barrera Cap. XXXV: Y bajó el telón

Tengo una primicia para todos ustedes: sé qué partido va a ganar las próximas elecciones. Tampoco es tan difícil saberlo, no se crean. Posiblemente usted mismo esté pensando en estos momentos en votarlo. O lo hará en algún instante durante el trascurso de los dos meses que nos quedan hasta las nuevas elecciones. 

Y es que a casi todos hemos caído en la cuenta de que, como decía el político y escritor irlandés Edmund Burke, “hay un momento límite en que la paciencia deja de ser una virtud”. Por si no lo habían adivinado, el partido al que refiero es el de la abstención.

Créanme que no les culpo. Yo mismo me lo he estado pensando. Y supongo que la idea pasará por mi cabeza más de una vez en los próximos tiempos. El triste espectáculo al que hemos asistido durante los últimos cuatro meses han propiciado que haya aumentado aún más si cabe el desapego que  los españoles sentíamos hacia la política y hacia nuestros políticos. Reproches, vetos y líneas rojas han llenado las portadas de los periódicos sin que hayamos visto altura de miras en ninguno de nuestros representantes públicos. Han dado la sensación de que buscaban, ante todo, el poder por el poder. Más que querer gobernar para solucionar nuestros problemas, todos han buscado gobernar para solucionar los suyos.

Porque una de las consecuencias que han tenido los interminables duelos verbales a florete ha sido que ha habido una incipiente contestación interna. Y en algunos casos hasta víctimas colaterales. De ahí que todos hayan necesitado afianzar sus posaderas. Lanzaban ofertas de pactos al frente mientras miraban de reojo a sus espaldas vigilando los cuchillos que amenazaban con caer desde dentro de sus propias filas. No es extraño que a todos los líderes se les haya quedado una mirada levemente estrábica. Aunque mejor eso que tener el síndrome de aquel mafioso de Woody Allen que no permitía que nadie se pusiera detrás y andaba por las calles haciendo extrañas piruetas y cabriolas.

Nos espera ahora una interminable y aburridísima campaña electoral en la que sólo habrá dos novedades. De un lado, se repetirá hasta la saciedad “pío, pío que yo no he sido” para echar la culpa a los demás de un fracaso que sólo puede entenderse si se culpa a todos. De otro lado, declararán con quién están dispuestos a pactar cada uno de ellos mientras cruzan secretamente los dedos esperando que los resultados no desmientan su afirmación. Porque una cosa será con quién les pida el cuerpo pactar y otra muy distinta con quién se vean obligados a hacerlo. Ya saben, para pactar no sólo se necesita dos que quieran, sino también que los Comités Ejecutivos lo permitan y la aritmética sea suficiente. La realidad de los números es tozuda, y a menudo los políticos, casi todos de letras, se dan de bruces contra ella.

De estas novedades de las que les hablo, la primera sin duda la dirán todos de buena gana. De hecho, todos la están repitiendo ya ad nauseam. Rajoy culpará a Pedro, Sánchez a Pablo, Iglesias a Pedro y Albert, y Rivera a Mariano. Nadie se saldrá de este mantra en los próximos dos meses. Y lo peor es que habrá quién se lo crea. Es la política de los 140 caracteres, llena de frases rotundas con poco contenido dirigidas a los ya convencidos, y cuya principal premisa es que al ciudadano debe tomársele por tonto y bombardearle continuamente con eslóganes. Luego se extrañarán de que ese mismo ciudadano, que ni mucho menos es tan imbécil como ellos pretenden, les dé la espalda hartos de su simplismo.

La segunda novedad la contestarán de mala gana y a preguntas de otros. Porque no es fácil para ellos declarar de forma rotunda con quién pactarán. Sobre todo porque correrán el riesgo de confundir sus deseos con la cruda realidad. Pero estarán obligados a hacerlo, porque esta vez los votantes les van a exigir que se definan de antemano y con rotundidad. Nada de bandazos tácticos, nada de engaños, nada de “yo no quería, pero las circunstancias me obligaron”. El precio por la mentira en este aspecto será alto, porque el partido que ganará estas elecciones, la abstención, puede no dejar de crecer si aquellos que se presentan no paran de alimentarlo.

Seamos, no obstante, positivos. Hemos asistido a un espectáculo en el que los políticos, habitualmente tan llenos de máscaras, no han tenido más remedio que ir quitándose algunas. Lo malo es que esas máscaras estaban tan pegadas a ellos que, al quitárselas, no han podido evitar que con ellas salieran trozos de su propia piel. Y debajo de esa piel sólo había gusanos, podredumbre y ambición. Acuérdense de esos gusanos cuando vayan a votar. Si es que no se apuntan al partido que, sin duda alguna, ganará las próximas elecciones.

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Notas desde la barrera Cap. XXXV: Y bajó el telón