viernes. 19.04.2024
OPINIóN

Notas desde la barrera. Capítulo III. Ciclistas

Abdel Kader Zaab. Quizá este nombre no les suene de nada, pero este ciclista argelino protagonizó una de las anécdotas más hilarantes de la historia del Tour de Francia. En 1950, se escapó junto al francés Molines a falta de 100 Km. para el final de la etapa. Era un día extremadamente caluroso, así que los ciclistas bebieron mucho, sobre todo de las botellas que los espectadores les ofrecían. 

ciclistas en grupo

En la cima de un repecho, cuando quedaban 19 Km. para el final,  Zaab agarró una botella que un aficionado le tendió y bebió un largo trago, sin darse cuenta de que dicha botella contenía vino. Como no estaba acostumbrado al alcohol debido a su religión, se le subió a la cabeza enseguida. Empezó a dar bandazos de cuneta a cuneta hasta que finalmente se desplomó. Furioso, se levantó, se subió de nuevo a la bici y empezó a pedalear con rabia... ¡en dirección contraria!

Ignoro si esta historia es conocida por mucha gente. Lo que sí sé es que a menudo nos encontramos con admiradores de Zaab dispuestos a emular su hazaña en sus quehaceres diarios. Estas personas pedalean rabiosamente en la dirección contraria a la cordura y al sentido común. Si no arrastraran a nadie o sus actos sólo tuvieran consecuencias para ellos, el hecho podría disculparse, pero sabemos que no es así en la mayoría de las ocasiones.

Por ejemplo, Artur Mas y su tropa separatista. Por más que todas las voces sensatas griten que el camino es una mayor integración, por más que todos los informes proclamen que una secesión sería ruinosa para la economía catalana, por más que todos los líderes internacionales adviertan que Cataluña saldría de la UE, Mas pedalea con fuerza en el sentido contrario sin que las consecuencias le importen. Se ha propuesto ganar esta etapa sin que las voces que le dicen que la meta está hacia el otro lado le conmuevan lo más mínimo. La suerte de los catalanes es algo que no entra en sus razonamientos, porque todo se ha convertido ya en una cuestión de orgullo.

Otro ejemplo, los salvajes con lanza de Tordesillas. Amparados en una tradición medieval tan respetable como tirar las aguas fecales por la ventana al grito de "¡agua va!", torturan hasta la muerte a un toro cuyo único pecado es haber nacido. Y no sólo se sienten orgullosos de lo que hacen, sino que la emprenden a golpes con todo aquel que se atreva a sugerirles que lo que perpetran es una barbaridad. Igual no pedalean porque van a caballo, pero eso no cambia el hecho de que la meta sigue estando en dirección contraria a donde ellos se dirigen. En un mundo donde el sufrimiento gratuito de un animal está cada vez peor visto, ellos se empeñan en retroceder con la vana esperanza de que ganarán la etapa.

Y un último ejemplo, éste en clave local. Los revolcones dialécticos que D. Jesús Martín le propinaba continuamente a D. Antonio de la Torre son legendarios en Valdepeñas. Creo que hoy en día se llamarían algo así como "zas en toda la boca". Sin embargo, el Sr. de la Torre se empeña nuevamente en enfrentarse a alguien que le supera en mucho cuando de un debate hablamos. Aún no he visto el vídeo del último pleno, dónde este Sr. se erigió en la voz de los que votamos a su partido, pero casi no me hace falta. Yo para ver gente haciendo el ridículo me pongo algún programa de vídeos caseros. En este caso, los que pedalean en dirección contraria son los dirigentes provinciales y regionales del PP que permiten que este personaje siga poniéndose y poniéndonos en ridículo, sin ser capaces de ver que el PP no llegará a nada en Valdepeñas mientras el Sr. de la Torre esté mínimamente cerca.

Zaab terminó siendo parado por los aficionados, bajado de la bicicleta y echado a dormir debajo de un árbol. Los protagonistas de estos ejemplos deberían dormir, reflexionar y quizá soñar. Les vendría bien. Y los demás deberíamos buscar a ese espectador bromista que, armado de una botella de vino, arruina los sueños de los que nos vemos afectados por esos ciclistas que pedalean rabiosamente hacia la nada.

Notas desde la barrera. Capítulo III. Ciclistas