viernes. 29.03.2024

Efecto Bolsonaro

Cuando vemos que uno de los países más importantes del mundo (Brasil), va a ser gobernado por un partido de ultraderecha, lo primero que se me pasa por la cabeza es preocupación; una tremenda preocupación. Aquí en Europa tenemos otro caso: Italia. Y si a eso añadimos el auge de los emergentes partidos con esa ideología por todas partes, la preocupación empieza a ser muy seria. Es inevitable pensar, temer, lo que pasó hace no más de un siglo. Los fascismos se extendieron por Europa y América; fascismos que impusieron dictaduras con graves daños de todo orden; luego muy difíciles de superar. No hace falta enumerarlos.

Algo está pasando. Las corrientes no se producen por generación espontánea. Los vientos tienen siempre un origen. Un origen que se debe en buena parte al descontento en la ciudadanía. Muchos políticos han hecho oídos sordos a este descontento. No se han dado cuenta, no han querido darse cuenta de que la desigualdad, la corrupción y la falta de confianza en sus dirigentes, han ido incubando, un malestar que llega a ser insoportable…, peor: degenerativo.

Sí. Lo diré una y mil veces. La desigualdad como fórmula para vencer la crisis, una corrupción endémica, y la falta de confianza en una clase política que nos decepciona un día sí y otro también, están siendo el mejor caldo de cultivo para que lleguen al poder corrientes de ruptura, de nacionalismos excluyentes, de fascismos.

En lugar de echarnos las manos a la cabeza y lamentarnos, se hace necesario y urgente atacar el origen. Desde este humilde púlpito, le pido al presidente del Gobierno de España que convoque, hoy mejor que mañana, una conferencia, al más puro estilo de los Pactos de la Moncloa, con los líderes políticos y sociales. Y una vez constituida, no levantarse hasta que tengan redactado un documento en el que se comprometan todos a poner en marcha las medidas de choque más eficaces para luchar contra la desigualdad, la corrupción y la desconfianza en la política. Alguno se opondrá porque tiene puesto el punto de mira en otro sitio. No importa; sabremos quienes optan por quedarse fuera. Pero merece la pena el intento. No queremos para nuestros hijos y nietos corrientes como las que se fraguaron hace un siglo.

Efecto Bolsonaro