lunes. 29.04.2024
CON LA VIDA POR DELANTE

Arriba, siempre arriba

Para los momentos difíciles.... Le hormiguea la rodilla derecha. Sira cierra los ojos. La siente, la percibe, es consciente de su existencia. No quiere reparar en ella. Y no porque no sea importante. Inevitablemente forma parte de un conjunto de engranajes y piezas que deberían hacerla funcionar con normalidad. La necesita, sin ella, no sería la misma y, a pesar de todo, nunca se ha puesto a pensar qué haría si algún día le faltara. 

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Vuelve a su mente la sensación angustiante de subir las escaleras. En cualquier  momento puede caer. No es la primera vez que la rodilla derecha le falla. En esos momentos el terror se apodera de ella, realmente cree que no podrá hacerlo, se ve así misma sentada en mitad del camino, sintiendo a través de la ropa la frialdad del suelo recorriendo cada centímetro de su piel, quedándose a oscuras, extendiendo las manos temblosas en busca de algo que haga tope en el vacío que la rodea.

Sira ha vivido en muchos lugares. Sin proponérselo, ha tenido que hacer y deshacer muchas maletas. La vida es cambiante y parece que no es capaz de permanecer durante mucho tiempo en un mismo lugar. No hay raíces que la amarren, ni flor que crezca mirando un mismo paisaje para ella.

Un piso de alquiler tras otro, son sus hogares de paso, con o sin compañía, pero siempre con la misma protagonista. Da igual que sea un primero, que un tercero, o un quinto, ella siempre va por las escaleras. Y no es que le de miedo utilizar los ascensores. Le encanta cruzarse fugazmente con los vecinos o con cualquier desconocido ocasional, su voraz imaginación no necesita más, por el contrario, le incomodan los silencios eternos de los acompañantes no elegidos del ascensor, nunca sabe qué decir, y hablar del tiempo ya no es una opción creíble.

Arriba, siempre arriba,  por las escaleras. Es como un reto, dejar de lado lo fácil, lo más cómodo. Sin duda constituye un sobreesfuerzo que alimenta el ego y le proporciona la gasolina necesaria como para seguir caminando; a pesar de su rodilla derecha.

Muchas veces se pregunta cuántas escaleras habrá subido a lo largo de su vida…cuántas habrá dejado atrás.

En ocasiones cree haber olvidado las primeras escaleras. Casi se obligaba a olvidarlas. Pero, de una manera o de otra, siempre vuelven. Le cuesta admitir que, sin ellas, no habría sentido la necesidad de levantarse y subirlas a la pata coja, entre risas, sin apenas sentir vértigo cuando echase la vista atrás.

Esta historia daría para un psicoanálisis….

Un instinto en ocasiones asesino, en ocasiones suicida, comenzó a instalarse en la joven mente de Sira mientras permanecía anclada, hora tras hora, a los 3 escalones que más ha odiado en toda su vida…los que separaban la puerta de la casa donde moría lentamente del resto del mundo….”¡Sira, no te muevas de ahí!- frase célebre de cualquiera de sus progenitores. Futuro epitafio de Sira para cuando pasase a mejor vida…

Que lentos pasaron los años y que  imposible parecía pensar que existiesen para ella otras vidas….pero, contra todo pronóstico, las otras vidas llegaron, las carreras, los besos en el rellano, las miradas de soslayo, moverse del sitio sin permiso, los rincones desconocidos, la picaresca, la frescura, la pasión, la increíble sensación de ser piel con la resistencia de un suspiro…

Arriba, siempre arriba. A Sira le encanta repetírselo una y otra vez, bajito, muy bajito, solo para ella, como si fuera un conjuro que le impulsara y le diera fuerza. A la pata coja, entre risas. Con la pierna derecha callada, a veces dormida. 

Arriba, siempre arriba