martes. 16.04.2024

Vivimos en un mundo en el que el consumismo beneficia a muchos pero nos arrastra a todos. Los niños realizan listas interminables de juguetes con los que luego apenas juegan. Al tener demasiados juguetes, pierden la ilusión, los valoran menos, ya no les motivan y el mecanismo que lo explica se denomina “habituación”. La habituación se produce  cuando un estímulo se mantiene en el tiempo, al final el organismo se habitúa y no reacciona ante él. Un refuerzo tiene que ser algo novedoso para ejercer su función,  que es que la conducta se repita en el futuro. Cuando se obtienen demasiados refuerzos (juguetes en este caso) sin que sea consecuente a la realización de un esfuerzo, se aprende que podemos tenerlo todo sin hacer nada o poco a cambio y esta No es la vida real. En el futuro nos lamentaremos de problemas como la “baja tolerancia a la frustración”; creer que la vida es fácil y cómoda y que se puede exigir que se satisfagan todos nuestros deseos, con la consiguiente irritabilidad cuando no sea así.

Tampoco es cuestión de oponernos a esta ilusionante tradición para niños y  no tan niños, sino pensar que un juguete por persona en cada casa es suficiente y en estas fechas o mejor dicho, siempre, tendríamos que educar en valores como la solidaridad, compartiendo los juguetes que ya no usamos. Además de regalar necesidades reales, no necesidades creadas por la publicidad de los catálogos que nos invaden en las puertas de los colegios, aunque nos faciliten a veces la tarea de qué regalar.

“Los Reyes, aunque sean magos, tienen mucho trabajo, porque hay muchos niños y para que haya para todos  no les podemos pedir tantos para nosotros”. 

La Navidad, los niños y el consumismo