Se trataba de que los colegiales entendieran que hoy, igual que ayer, tal vez igual que siempre, sigue habiendo millones de niños, igual que ellos, pero que no pueden echarse nada a la boca. Su pecado ha sido nacer en países pobres, en eso que llamamos el Tercer Mundo.
El pabellón cubierto del centro reunió a todos los alumnos, aunque sólo fueron los más pequeños quienes participaron en esta carrera de la solidaridad. Según edades, dieron varias vueltas a la cancha del polideportivo, jaleados por sus compañeros y por los propios maestros, que también dieron ejemplo zapatillas de deporte en ristre. Después, los últimos cursos de Primaria salieron a la calle para correr en un pequeño circuito perimetrado y cortado al tráfico por la Policía Local y Protección Civil.
“La carrera es algo simbólico” –nos decía el director, Jesús Martín-Albo-. “Más que ganar, la meta es sensibilizar con los problemas de otros niños en lugares muy lejanos”. En los días previos, los niños habían llevado a casa hojas de “patrocinio”, a fin de que los padres y familiares dieran una cantidad a modo de ayuda. “No se trataba de que trajeran más o menos dinero, pero la verdad es que ha ido muy bien; 625 euros es para estar más que satisfecho”.