martes. 07.05.2024

Todo el conocimiento y experiencia en el tema aquí no sirve para nada. La verdad es que tampoco hace falta porque esperamos que venga bien y, lo del sexo nos da igual: dos niñas y tan contentos.

Una detrás de otra y con dos años de diferencia, ahora, todas las divagaciones que he tenido conmigo mismo y con mis compañeros, y también con compañeras de profesión, sobre la identidad masculina no me vale para mis hijas. Así que, tengo que tirar de mucha teoría acumulada y lo visto en la experiencia para no cometer los errores ya vistos una y mil veces en las clases y en la consulta.

Los dos estamos de acuerdo en que no queremos que vaya continuamente de rosa, que no se quede en segundo plano ante los chicos, que sea independiente, que no lleve vestidos que le impidan desarrollarse en los ejercicios físicos, que sea activa y no modosita. Y por eso intentas que los modelos a imitar de tus hijas sean niñas o mujeres dignas de ello: de imitarse.

Nos encontramos poniéndole películas clásicas de Disney que, otros padres bienintencionados decían que a sus hijos les encantaban. ¡Pero si las princesas Disney son la antítesis de lo que pretendemos! Pues Blancanieves, Cenicienta, La Bella y la Bestia, son de sus favoritas. Y, como no podemos ir contracorriente probamos suerte en la TV, pensando que siendo personajes masculinos y femeninos más actuales, los modelos serán más acordes con una sociedad actual más equitativa en cuanto a los sexos.

Peppa Pig, aparte de ser extremadamente rosa, se comporta como una malcriada todo el rato y, al padre le toca hacer de personaje torpe toda la serie. Si alguien se equivoca, tiene que rectificar, mete la pata, no sabe leer un mapa, o se cae en un charco; seguro, seguro, que es el padre. Mike el Caballero en todos los capítulos tiene que arreglar algo que él mismo ha provocado, arrastrando al resto de súbditos a que le ayuden, por cierto, donde el padre está siempre ausente y, su madre y hermana, como modelos femeninos no me desagradan del todo pero están en un segundo plano. En Gumball, protagonistas principales dos chicos, el padre-parásito no sólo no trabaja sino que alardea de bajo nivel intelectual y de vago. La hermana es una “marisabidilla” de pocas habilidades sociales y la madre está sobrepasada a todos los niveles. El pequeño reino de Ben y Holly abunda en los tópicos de las princesas-hadas: niña caprichosa por su posición social y lo que no se puede conseguir con eso, la varita mágica lo consigue. La vida es fácil. El padre vuelve a ser un bobalicón. De todo lo visto sólo puedo quedarme con Jelly Jam, Pocoyó, y Caillou, cuya familia está claro que no son de este mundo porque son en exceso perfectos.

El caso es que los modelos femeninos actuales, en los dibujos para niños que hay en televisión, pasaban por ser todo lo malo de lo que andaba huyendo y más. Es decir, niñas malcriadas, déspotas y caprichosas. Ya tengo descartadas a las princesas Disney clásicas que, al menos, eran amables, educadas, respetuosas y humildes; aun siendo princesas (no sé de dónde saca esos aires Peppa Pig). Pero los modelos masculinos de los dibujos que había visto también dejaban mucho que desear. ¿Quiero que mis hijas tengan como modelo paterno al cerdo gordo patoso, al padre parásito o al padre idolatrado pero ausente?

La identidad femenina va tomando forma con la imitación de los iguales, pero también con la diferenciación del otro. Lo que no soy yo. Y se es sexuado en relación con el otro sexo. No tiene sentido una identidad femenina sino hubiera una identidad masculina. Por ello, ni me gustan las princesas rosas ni los duendes tontorrones y serviles. No son buenos los dibujos donde los chicos quedan por encima pero tampoco lo son los que dejan a estos en mal lugar.

Construyendo la identidad femenina de las niñas con cerditas y princesas