sábado. 27.04.2024

La vida es una sucesión continua de pequeñas y grandes pérdidas. El duelo es la reacción normal ante cualquier pérdida o separación. Estamos preparados para ello, pero quizá los sentimientos de tristeza nos abruman, o pensamos que nos duran demasiado tiempo. 

El dolor no solo se experimenta a nivel emocional (tristeza, apatía, confusión…), sino que a veces puede sentirse a nivel físico (pérdida de apetito o sueño, molestias físicas, tensiones musculares…). Pero tenemos que ser conscientes que es un proceso normal porque cuando queremos a una persona, nos duele su pérdida. Lo preocupante sería que no fuera así. No sentir nada.

Todos reaccionamos de diferentes maneras en la vida, y también cada cual elabora y vive su propio duelo. No hay un patrón, pero sí es un proceso, que conlleva aceptar la pérdida, experimentar el dolor de la pena, adaptarse a el mundo sin la presencia del otro, y reubicarlo emocionalmente mirando al futuro. Cada persona tiene su vivencia del duelo, y pasará por las etapas a su ritmo y manera. Y debemos tener presente, que los procesos de duelo, son proceso. Tienen su tiempo, cada persona el suyo, pero son más largos de lo que tendemos a pensar (en torno al año o quizá algo más). Las situaciones dependerán tanto de los recursos personales como de las circunstancias del fallecimiento, que nos harán más fácil o difícil el tránsito en esta pérdida.

Jorge Bucay dice que “la elaboración del duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida de lo que no está, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta su ausencia”. Y es que toda pérdida nos pone en contacto con el vacío y la frustración, y a veces poder tolerar esto es la tarea más difícil. A veces las personas sienten que no pueden vivir sin ese otro, que el sentimiento de vacío es muy grande, que la tristeza perdura en el tiempo… A veces se requiere ayuda profesional. Sobre todo en aquellos momentos en que la pérdida de un ser querido nos pierde a nosotros también. Cuando reubicarnos no es tarea sencilla, y duele tanto que podemos incluso negar incluso su pérdida.

Siempre es necesario pedir ayuda, compartir los sentimientos, expresarlos. Y aunque nos parezca que va a seguir doliendo siempre, tiene un final. Llega un momento en el que cada cual, encuentra ese lugar íntimo y personal en el que poder re colocar a nuestra persona querida. A mí me gusta recordar que las personas no mueren si permanecen en nuestro recuerdo. Y todos aquellos a los que he querido, de alguna manera siguen conmigo, porque mi vínculo con ellos conformó de alguna forma quién soy en realidad. Todos forman parte.

Y es que, como decía Charles Chaplin; “Algo hay tan evidente como la muerte, y es la vida”.

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Duele el dolor