viernes. 03.05.2024

 

Los teóricos del juego dividen estos en juegos de “suma cero” y juegos de “suma no cero”. En los juegos de suma cero el objetivo de cada jugador es ganar la partida o, lo que es lo mismo, hacer perder al otro. El ajedrez es un ejemplo de este tipo de juegos. El fútbol también, si no tenemos en cuenta marcadores o posiciones relativas en el campeonato. Los juegos de “suma no cero” son aquellos en los que ambos jugadores pueden ganar o perder frente a un tercero: la banca o un director del juego. La lotería, aunque no sea buen ejemplo: si gano 1 millón de euros no me importa mucho que haya 3 jugadores más que también lo hayan ganado porque tuvieron los mismos aciertos que yo. Digo que no es un buen ejemplo porque no hay una cooperación consciente entre los jugadores para ganar.

En los divorcios, en las separaciones legales, aquí sí suele existir, de hecho, un gran campo para la cooperación. Digo “campo” porque se dan las circunstancias para que se produzca un juego de “suma no cero” y la mayoría de estas veces se promociona un juego de “suma cero”, donde ninguno de los jugadores gana. No ganan porque no cooperan contra la banca.

Una pareja que consideremos exitosa es un juego de “suma no cero”. Es un conglomerado de buena cooperación entre dos jugadores para conseguir buenos resultados para ambos. Aun en el caso de conflicto y ruptura de la pareja esta debería, en buena lógica, buscar un resultado “no cero” para ambos y, por tanto, en el caso de ruptura, su objetivo es sacar el mejor resultado posible frente a una (supuesta) banca. En el divorcio, este papel de la banca, está ejercido por los abogados. Abogados. De hecho, son dos. Uno para cada jugador. Estos son los que se llevan un buen trozo de las finanzas familiares. Si no es este un buen objetivo (mantener sana la economía común), el bienestar de hijos debería ser suficiente para ir juntos a un (no dos) abogado.

Cuando el caso pasa a los tribunales, se trata a la pareja como adversarios: García contra García. Cuando, en realidad, no lo son y deberían trabajar por conseguir el mejor resultado para ambos y no el peor resultado para el otro componente de la pareja. ¿Quién se beneficia de que este juego se haya convertido en uno de “suma cero”? Probablemente los abogados. Cada papel, cada comparecencia, visitas a las diferentes administraciones; es una línea más en la factura final.

No solo se torna en un juego de yo gano, tu pierdes. Sino más allá, no me importa perder si tú pierdes más que yo. El concepto erróneo de ganar es que el otro sufra más pérdidas que yo. Pérdidas son pérdidas y, en algunos casos, para toda la vida: ruina económica, destruir o condicionar relaciones ya establecidas (expareja, hija, familiares, amigos,…), destruir o condicionar relaciones futuras (nuevas parejas, hijos, amigas o familiares).

Quizá el divorcio sea más claro como juego general que afecta a la pareja, pero utilizamos este mismo sistema de juego “suma cero” en muchas ocasiones en las que, a vista de los demás, mantenemos una pareja exitosa. No una ruptura, pero sí una relación tóxica que la va minando. La elección de una película para ver, dónde se va de vacaciones, con qué familia se celebran las navidades, son campo abonado para no tomar decisiones que benefician a los dos, sino en las que los dos salen perdiendo. También aliarse con un hijo en contra de la otra parte comprando su alianza con objetos, dándole siempre la razón, poniéndolo en contra de la otra parte, puede ser otra estrategia. Y en este caso no hay una banca, no hay un tercero que se beneficie de nuestras pérdidas.

Hay que saber discriminar estos campos que producen conflicto, ponerlo en común y hacer ver que ambos están perdiendo, que no sólo no beneficia a nadie, sino que va deteriorando la relación hasta que, sin saber cómo, se rompe.

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Juegos de Pareja