martes. 23.04.2024

Los pies de los niños no son versiones en miniatura de los pies de los adultos. Están en continua evolución y crecimiento, son más flexibles y deformables, ya que no hay que olvidar que al nacer está formado casi en su totalidad, por estructuras cartilaginosas, y no es hasta los 18 ó 19 años cuando se consolida finalmente.

En la etapa de predeambulación (0 - 18 meses), en bebés que aún no gatean, el calzado debe tener únicamente la función de proteger al pie contra el frío, la humedad y los posibles golpes. Por tanto es suficiente con un calcetín o patuco de materiales naturales, tales como el algodón o lana. La puntera redonda, y el interior suave y sin ningún tipo de costuras. Cuando el bebé empieza a gatear, el calzado debe proteger los dedos y el talón principalmente, por tanto que el calzado tenga refuerzos en ambas zonas sin perder la flexibilidad necesaria. El calzado puede tener una pequeña suela de 2 a 3 mm, una trasera alta pero flexible para evitar que el niño pierda el zapato. Y una puntera redondeada desde una vista lateral y desde arriba.

Cuando el niño da sus primeros pasos, debemos tener muchas más cosas en cuenta. Es más importante la holgura en el largo del calzado (de unos 10 mm) y sobretodo el abrochamiento en el empeine, con lengüeta para amortiguar los cordones. La suela de unos 3 mm aproximadamente, muy flexible en la zona de los dedos y teniendo en cuenta la fricción con el suelo para evitar resbalones.

En la etapa de adquisición de la marcha, la holgura interior en el largo del calzado debe rondar entre los 10 y los 15 mm, la puntera debe ser redondeada o cuadrada vista desde arriba y redondeada desde la vista lateral, también tiene que estar reforzada para una mejor protección de los dedos sin que cause lesión a la flexión de estos. El abrochamiento se recomienda alto, sobre el empeine y acolchado, a poder ser con sistema de velcro para que sea más fácil para el niño ponérselo. La suela se recomienda flexible y de un grosor intermedio entre 5 y 10 mm, a poder ser de materiales de goma que cumplan con las características requeridas. El contrafuerte en esta etapa debe ser rígido.

El calzado para niños en edad escolar, cuando la actividad diaria ya es mayor, debemos diferenciarlo en dos tipos; el calzado para diario y el que denominaremos “para vestir” que será un calzado para un uso ocasional. Hay que tener sumo cuidado con el calzado “de vestir”, ya que se ve demasiado influenciado por las modas del calzado de adulto, y hace demasiada diferenciación entre el zapato para niño y para niña. Esta gran diferenciación a tan temprana edad puede provocar mayores problemas en las niñas en la edad adulta.

Las características que se incluyen en esta etapa, que no hayan surgido antes, van dirigidas a adaptarse a los cambios que van surgiendo en la evolución del pie del niño, que ya está más cerca de su maduración. La altura del tacón no puede superar 1 cm en infantes que se encuentren entre los 7 y 10 años. A partir de esta edad es cuando se deben producir la diferenciación entre niño y niña. En niños de 10 a 14 años, el tacón no debe superar el 1,5 cm, y en el caso de las niñas los 2 cm de altura. Se aconseja también la aparición de una entresuela de centímetro y medio de grosor con la amortiguación necesaria para el aumento de actividad del niño y resistente al desgaste. El forro interno en la zona del contrafuerte se aconseja que sea rugoso, para mejorar su agarre al calcetín y al pie del niño, y de esta manera evitar el destalonamiento y que el pie se salga del zapato.

En definitiva, tenga siempre presente que el pie del niño está en constante formación y cambio, y es sensible a cualquier error cometido en la elección del calzado por parte de los padres. Pregunte al niño mientras se lo prueba, puede sorprenderle su respuesta.

La elección de la talla correcta es una parte muy importante, que trataremos con mayor detalle en el siguiente artículo.

Mucho cuidado con el calzado que compramos para los más pequeños de la casa