sábado. 20.04.2024

 Ella camina con otra mujer, sin más escolta ni acompañamiento y lleva unas bolsas en la mano, como cualquier mujer que va de compras. Ambas son rodeadas al borde de un paso de cebra y en su caminar reciben todo tipo insultos, improperios e incluso amenazas.

Ellas dos bajan la cabeza y siguen su camino bajo una lluvia de gritos. No sé a ustedes, pero a mí se me ha hecho un nudo en el estómago al ver la escena: que en un Estado de Derecho europeo ocurran estas cosas no tiene ningún tipo de justificación se mire por donde se mire.

A un servidor siempre le gustó la política, desde muy joven la he vivido intensamente y nunca, nunca, he presenciado situaciones como las que hoy se están dando, y les aseguro que motivos ha habido: baste recordar el desmantelamiento de los astilleros y de la industria pesada (las famosas “reconversiones” que nada reconvirtieron) del Gobierno de Felipe González…y no pasó nada. El famoso Decreto “de la patada en la puerta” que ponía en riesgo hasta el mismo Estado de Derecho promulgado por el mismo Gobierno Socialista…y no pasó nada. Por no hablar de la rebaja de las pensiones del Gobierno de Zapatero ya en tiempos más recientes…y no pasó nada. Por no recordar lo de los G.A.L. (aún tenemos muchas dudas), Filesa, fondos reservados, ministros en la cárcel…y no pasó nada. ¡Bueno, sí pasó: un par de “huelgas blanditas” y dos o tres manifestaciones para salir del paso! Pero en ningún momento se declaró la caza y captura del político, el insulto gratis y el acoso en todo momento y lugar.

Se me podrá decir que las circunstancias actuales, la crisis, los casos de corrupción…se me podrá decir lo que se quiera, pero no hay derecho a lo que estamos viviendo los que nos dedicamos a la Política, a servir a los demás, a dejarnos la piel para salir adelante. Y todo muy bien trabajado desde la izquierda más arcaica y sus voceros. Es muy fácil hacer demagogia en tiempos de crisis y muy fácil enardecer a las masas y lanzarlas contra un objetivo para que desaten su ira. Ejemplos tenemos a lo largo de la historia del S. XX tanto en Europa como en América, ejemplos que no creo que haga falta recordar por si alguien se me ofende.

Una cosa es la Sociedad Civil y sus propuestas, algo que respeto profundamente desde la más absoluta convicción de demócrata, y otra muy distinta “forzar la máquina” en beneficio propio. Cuando he escuchado al Jefe del principal Partido de la Oposición pedir la dimisión del Presidente del Gobierno en el Parlamento no he tenido por menos que sentir vergüenza ajena: ¿Cómo se atreve el Sr. Rubalcaba a hacer tal cosa?, él que es co-responsable directo de la situación en la que nos encontramos, él que siempre ha estado cerca de las aguas turbias del PSOE, él que participó en Gobiernos con ministros juzgados, sentenciados y encarcelados, ¿qué fuerza moral y ética puede tener? Solo lo puedo entender desde una óptica: apartar la vista de los ciudadanos hacia otro lado para que no le miren a él y a sus compañeros. Triste servicio está haciendo a España, sobre su conciencia caiga.

¿Qué hay corrupción en la vida política?: Que se investigue y se juzgue. ¿Qué hay miembros de partidos que son corruptos?: Qué se les juzgue conforme a Derecho y paguen sus culpas. Pero de ahí a demonizar a toda la Clase Política va un abismo. En este mundo son mayoría los que están por vocación de servir a los demás, son mayoría los que ejercen sus funciones sin esperar nada a cambio, son mayoría los honrados y leales, son (somos) en fin mayoría los que creemos que la Política es una noble ocupación que merece el respeto de toda la ciudadanía. Por supuesto que habrá garbanzos negros ¿acaso no los hay entre los médicos, los militares, los profesores, los comerciantes…? Pero eso no es motivo para criminalizar y perseguir como en una cacería dantesca a cualquier hombre o mujer con responsabilidades públicas.

Mal va una sociedad que no sabe, o no quiere, respetar las reglas del juego. Mal paso lleva una Nación cuando parte de sus políticos pretenden subvertir los resultados de las urnas con algaradas callejeras. Mal, muy mal van las formaciones políticas que animan a derribar gobiernos en las calles y no lo hacen con la fuerza de los votos. Muy mal está quien se atreve a hablar de “refundaciones estatales” cuando apenas tiene representación parlamentaria. De una crisis tan profunda como la que vivimos no se sale así, se sale trabajando con responsabilidad, cueste lo que cueste ¿o es que alguien piensa que las medidas impopulares que está llevando a cabo el Gobierno del partido Popular se toman por gusto? Si el Gobierno de Rajoy pensara en réditos políticos y partidistas jamás habría emprendido el camino de las reformas que le hacen falta a España para superar la situación y fortalecer su futuro.

No se a ustedes, pero a mi me resulta sospechoso que todo esto ocurra cuando los distintos Organismos y Entidades internacionales han empezado a hablar bien de España y de su recuperación. Muy sospechoso. Creo que es el momento de la seriedad, de las acciones responsables y de remar juntos para salir a flote. Y escenas como la vivida por la Presidenta de Castilla La Mancha son más que condenables: que un ciudadano, sea quien sea, no pueda ir libremente por la calle es intolerable en un Estado Democrático y de Derecho, por muy molestos que estén sus ciudadanos. Pero más intolerable aún es que una parte de la Clase Política mire hacia otro lado y disimuladamente aplauda y bendiga esas actitudes.

Rompo una lanza por mis compañeros, por los que nos dedicamos a servir a nuestra Nación honradamente. Rompo una lanza por el Gobierno de Mariano Rajoy, por sus ministros. Rompo una lanza por los españoles de bien que cada día se levantan con la intención de aportar su grano de arena para la recuperación. Y rompo una lanza por los hombres y mujeres que, como María Dolores de Cospedal, tienen que aguantar los insultos callejeros y no son libres para caminar tranquilamente. Y condeno con toda energía a los que se quedan en las aceras sonriendo beatíficamente ante esto, aportando solo demagogias rancias a los problemas de España.

En defensa de los políticos