viernes. 29.03.2024
Opinión

Europa

Desde el Centro de Estudio y Participación, abordamos el tema de Europa porque se acercan las elecciones y porque nos preocupa la deriva que ha tomado. La corriente política que ha imperado en estos últimos años no ha sabido adaptarse al nuevo fenómeno de la Globalización, y en consecuencia corre peligro de disgregación y de irrelevancia.

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Se nos ha olvidado que Europa ha sido desde el siglo XIX, tierra de discordias, y que terminada la Segunda Guerra Mundial, se diseñó una Europa que evitase las desigualdades, que evitase el poder de los más fuertes sobre los más débiles. Evitarlo es el empeño de los europeístas.

La crisis financiera ha quebrado el modelo social de Europa. Lo que ha sido, desde la Segunda Guerra Mundial, un ejemplo para el mundo entero, ha retrocedido a los años anteriores en los que se concibió la Unión Europea. La debilidad o connivencia del poder político ante el poder financiero hacen que las decisiones se estén desplazando a los intereses del mercado. Los nacionalismos que tantos quebraderos de cabeza dieron a Europa, y que tantos enfrentamientos produjeron pueden acabar con el espíritu de la Europa de los Pueblos. Los intereses nacionales conducen a la falta de identidad del proyecto europeo, y de ahí que, a su vez, se esté sumiendo en la desafección.

Europa ha perdido la iniciativa en la innovación, en el progreso tecnológico y muy especialmente en lo que se refiere al cambio climático. Sin iniciativas en estos terrenos, el viejo continente dejará de ser relevante en el concierto internacional. 
La socialdemocracia tiene el deber de denunciar y explicar lo que está pasando en Europa, para volver al espíritu de sus fundadores. Para recuperar lo que se ha perdido y volver al camino que se emprendió, hacen falta instituciones centrales fuertes que suplanten los nacionalismos y en consecuencia las desigualdades.

Por todo ello, debe ser una tarea urgente. Pero además para evitar las preocupantes tendencias políticas, económicas y sociales populistas que alimentan el euroescepticismo. Si los europeístas no tomamos las riendas de la Unión Europea, los oportunistas se abrirán camino.

Poner en duda a estas alturas la necesidad de revitalizar una Europa Unida, es negar la realidad. Una realidad que nos ha mostrado la crisis. Si en la Europa de estos últimos años hubiese continuado la solidaridad y la cohesión, en lugar del intento de algunos países de dominar a los menos poderosos, otro gallo nos hubiese cantado Ahora se nos acerca la ocasión de terminar con los dos problemas que más acechan a Europa:

Por una parte la aparición de los populismos oportunistas, y por otra la de volver a la solidaridad y la cohesión que hicieron desarrollarse a los más débiles para evitar las desigualdades. 

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