lunes. 29.04.2024

Pero como alguien decía el otro día en Facebook, era como si los socialistas nos lo tuviéramos merecido por los casos de corrupción que afectaron directamente al partido. Aún así no era cierto, era tremendamente injusto. Era una insolencia propia de quienes no saben respetar a los demás. 

¿Se imaginan si ahora nosotros dijéramos: “decir derecha, es decir corrupción”? Algunos lo aplaudirían. Pero no. No lo vamos a decir. Sería igual de injusto. Caeríamos en la misma falta de respeto en que cayó el Partido Popular de Aznar. Ahora, 20 años después, lo sorprendente, no es la insolencia que se utilizaba contra el Partido Socialista. No es lo grave. Lo grave, lo sorprendente, lo verdaderamente insoportable, es que se atrevían a decir eso cuando en el seno del Partido Popular, ya se estaba urdiendo lo que era, lo que iba a ser, la mayor trama corrupta de nuestra historia reciente, de nuestra democracia.

¿Y ese fenómeno a qué se debe? Hay muchas razones sociológicas, y todas con una gran carga partidista. Por tanto son juicios de valor, muy difícil de objetivar con cierto rigor. Hay una creencia muy generalizada de que la derecha, la que tiene el dinero, la que maneja el cajón, es la más propicia a irse echando al bolsillo las propinillas que se van difuminando. Es más fácil  que se pierdan las minucias que los tratos van dejando por el camino. Parece como si la izquierda hubiera tenido menos ocasiones de hacerlo. De tal forma que cuando el ladronicio lo lleva a cabo alguien de izquierda, sorprende más, parece más grave, da la impresión de que choca más con sus principios. 

Esto es opinable. No tiene más valor que una consideración, o quizá, una creencia más o menos generalizada. Hoy, que la izquierda ha llegado a los estadios de poder en las mismas condiciones que la derecha, puede estar mucho menos generalizada. Pero hay otro factor, este sí mas objetivo. Algo a lo que tuvo que recurrir la derecha cuando Aznar llega a la sede nacional. Se estaba consolidando la democracia. La izquierda de Felipe González había cambiado el modelo político, económico y social de España. Empezaba a sentirse el pálpito de que teníamos socialismo para rato. La derecha política y financiera, veía, sentía el riesgo de que, con los cambios que había introducido el socialismo, podría perpetuarlo en el poder.

Un fenómeno que había que combatir. Como fuera. Ya lo dijo José María Aznar: todo era objeto de oposición. Había que desprestigiar, y lo siguen haciendo, aquella impresionante labor que había desarrollado el Partido Socialista en España. Los socialistas no eran los demonios con rabo y tenedor. Cometieron el error de que algunos empezaron a meter la mano en el cajón. Y eso vino como anillo al dedo. “El socialismo es sinónimo de corrupción”. Algunos socialistas, con su conducta, les pusieron en bandeja el argumento que necesitaban.

No hay calificativos para evaluar el hecho de estar arremetiendo contra la corrupción de los socialistas, al mismo tiempo que estaban enfangados hasta el cuello. Por muchas artimañas judiciales que pongan en marcha, que las están poniendo, que las pondrán, las cosas deben colocarse en su sitio, aunque solo sea, solo, por justicia histórica. Y las artimañas no acabarán mientras exista la prescripción del delito. Como dice Cospedal que “cada palo aguante su vela”.

Historia de una trama