martes. 19.03.2024

Me disponía a tomar la larga y sinuosa avenida camino del trabajo. Conducía somnoliento, taciturno, cansado a pesar de no llevar ni una hora despierto. La radio narraba noticias, ni buenas ni malas, noticias. Rodeé el “Manteo de Sancho”, esa mole metálica, suspendida inmóvil, fría. El tenue repiqueteo de los adoquines prolongaba mi estado ausente, similar al del viajero que se entrega al rítmico tránsito de su vagón por la vía férrea.

La lanza de las “Armas de don Quijote” continuaba apuntando al cielo, a un cielo aún oscuro que no dejaba atisbar si aquel día veríamos la claridad del sol. De pronto vi las letras: la primera por el Vino, pensé, aunque bien pudiera ser por el Valor. La segunda, repetida, podría tener varios significados: la Alegría que no nos falta (ni nos falte jamás), el Arte de este pueblo… La tercera sería la de la Lucha (por el día a día). La cuarta por la Distancia de los que se tuvieron que marchar. La quinta por la Educación, o por tantos Emprendedores. En medio de las gemelas se coló la Pena, que dicen que se ahoga con buenas dosis de la primera letra (a mí es que me lo han contado). Y si no hay Pena tampoco hay Alegría. Brindemos por ellas, como dice nuestro famoso lema. En este punto perdí la cuenta, pero llegó la Ñ, para recordar al niño que llevamos dentro. La última, serpenteante como la avenida que cruzaba, será por la Solidaridad. En la radio seguían dando noticias, buenas. Mientras, dejaba atrás, iluminadas, las letras de mi ciudad. 

Las letras de mi ciudad