viernes. 26.04.2024
Opinión

Llega el otoño...

Ha comenzado el nuevo curso. De nuevo las mañanas de horarios, de rutinas a veces anheladas, y de legañosos despertares. Nos sacudimos el calor que resta, y apretamos los dientes subiendo la cuesta del comienzo. Y sin darnos cuenta, nos embarcamos de nuevo en lugares de los que desearemos escapar meses después, en obligaciones de fascículo que trataremos de enmendar tras el año nuevo (sin demasiado éxito), sin darnos cuenta que el momento es AHORA! 

El otoño nos trae el frescor de la tarde, para despejarnos la cabeza con un soplido. Nos trae el cambio de color de las hojas, para mudar nuestras exigencias y pintarlas de deseos. Planea la caída de las hojas para desprendernos de aquello que nos es superfluo, ineficaz, desdeñable. Preparándonos para el venidero invierno, tomando fuerza y energía diferente. 

Con su sabiduría infinita, la tierra nos invita a observar y participar este cambio constante, para dejar de luchar por mantenernos iguales; igual de jóvenes, igual de activos, igual de deseables, igual de eficaces... Todo es ciclo, y cada ciclo necesita de su tiempo de renovación, parada, esplendor... 

Démosle tiempo al tiempo. Tornemos los verdes en una fiesta de marrones, amarillos, rojos, tierra y ocres. Soltemos amarras y planeemos aquello que dejamos para después; porque no era el momento, porque no se debe... Desnudemos las ramas para alimentar la raíz, el tronco, el alma. 

Vamos a pintar, cantar, bailar. Vamos a cuidar nuestro cuerpo, templo sagrado. Planeemos lo que está por venir. No nos cansemos de desear. Abramos la puerta a la familia, la propia y la elegida. Porque forman parte de nosotros, y de los que vendrán. Reconciliemos el calor y el frío, lo pasado y el presente, lo que nos atasca y enfada. Tomemos un respiro, con olor a tierra mojada, para dar el siguiente paso y dirigir nuestro caminar a aquello que nos hace feliz. 

Cada otoño no es sino un paso. Hacia una primavera renovada. 

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Llega el otoño...