La arena se deslizaba de entre los dedos y los pocos granos que nos quedaron en la palma se los llevó un frío viento que trajo la noche sobre tu última batalla.
Ese viento se llevó a la Mujer de las Mil Batallas, a una superviviente de la vida, esa misma vida que aquel domingo se le desenchufó cruelmente. La muerte cruel te corta las alas cuando estás ensanchando el mundo y luchando por cambiarlo para que todas y todos tengamos una oportunidad para ser, para vivir, para amar, para la felicidad, para…
Belén, una mujer de honestidad brutal y mirada revoltosa, que como todas, buscaba su espacio político y de militancia, sin perder su identidad de género. Y que lo encontró entre nosotras y nosotros, desde el trabajo y la generosidad de su entrega.
Con el corazón se nos encogió el mundo, el íntimo el de la amiga, el grande el de la camarada. Esos mundos que compartimos con Belén y que sentimos huérfanos con su ausencia. Esos mundos en los que, más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las verdes alamedas para superar estos momentos grises y seguiremos abriendo caminos y veredas donde encontrarnos y luchar por un mundo más justo.
Belén fue fugaz en nuestras vidas y ya es eterna en nuestros corazones.
Camarada, dónde quiera que estés: ¡Hasta la victoria siempre!