jueves. 02.05.2024
Opinión

Notas desde la barrera Cap. XIV: La estrategia del avestruz

No hay duda de que noviembre es el mes más americanizado del calendario. Empieza con Halloween, sigue con el Thanksgiving Day y acaba con el Black Friday y el Cibermonday. No sé si importamos costumbres de allende el charco sin ton ni son o es una especie de colonialismo cultural al que nos vemos sometidos por eso de vivir en la llamada aldea global y en un mundo con cada vez menos fronteras culturales. Lo que sí sé es que es una lástima que no nos traigamos una de sus costumbres más enriquecedoras: los debates entre candidatos a la presidencia.

DEBATE A3
Foto de Antena3.com

El próximo lunes tendremos la ocasión de seguir el que sin duda será el debate más completo e interesante de todos los que habrá en esta campaña. Y afirmo esto por la sencilla razón de que en él estarán los cuatro candidatos con más posibilidades de presidir el Gobierno durante la siguiente legislatura. O eso debería ser, porque el actual Presidente no se presentará a dicho encuentro y mandará en su lugar a la 2ª de a bordo a fajarse con sus adversarios.

Desde el PP se han lanzado varias excusas para justificar la ausencia de Rajoy. Dicen que el Presidente del Gobierno no puede ir a todos los debates a los que es invitado, y es cierto; el que debe ir es el candidato del PP. Dicen también que el tiempo de Rajoy no es un chicle que pueda ser estirado indefinidamente, y de nuevo es cierto; pero no por ello deja de ir a espacios más o menos amables dónde ha podido vérsele jugar al futbolín o comentar la Champions. Dicen y repiten que un debate así se convertiría rápidamente en un 3 contra 1, y nuevamente es cierto; sólo que eso mismo pasará si va Soraya Sáenz de Santamaría y además se agravará con el hecho de que los otros candidatos aprovecharán la ausencia del Presidente para criticarle esa deserción tachándola de cobardía. Y dicen también que debe dedicarse a gobernar, cosa que también es cierta; pero eso no impide que aplace la oferta de ayuda a Francia hasta después de las elecciones en una situación tremendamente delicada y peligrosa para toda Europa. La más delicada desde el auge del nazismo, me atrevo a decir.

Así pues, sólo desde la estrategia de campaña diseñada por Arriola y sus esbirros puede entenderse la ausencia de Rajoy del próximo debate y de los ya celebrados. Las discusiones sobre si esta estrategia es o no acertada continúan, y sin duda sólo acabarán después de que los ciudadanos den su veredicto definitivo a través de las urnas. Si el resultado es favorable para el PP muchos alabarán la gran visión estratégica del equipo del Presidente, pero si no es tan favorable las críticas pueden llegar a ser feroces. Sobre todo desde dentro del partido. Y es conocido que el fuego más mortífero es siempre el fuego amigo. Quizá por eso deba también entenderse en clave interna la elección de la representante. Señalar tan claramente un delfín sin duda ha levantado ampollas en ciertos sectores del partido, pero al menos garantizará una sucesión ordenada caso de que la catástrofe se cierna sobre el PP en forma de votos escrutados y diputados elegidos.

No obstante, y sea cual sea el resultado final, alguien debería decirle a ese equipo de campaña y al propio Presidente que la confrontación de ideas, propuestas y programas es un

derecho de los ciudadanos y no una prerrogativa de los candidatos. Que los debates entre esos candidatos forman parte de la cultura política de casi todos los países occidentales. Y que en un escenario de extraordinaria volatilidad donde la cuarta parte de los votantes no han decidido aún su voto, los ciudadanos necesitan que los líderes de los partidos aclaren proyectos y confronten ideas. Estamos ante una campaña electoral radicalmente diferente a todas las habidas hasta ahora, en la que poco aportarán los mítines a los que sólo van los convencidos y dónde es dudoso que sirva de algo la proliferación de apariciones en programas de entretenimiento. La mayoría de la gente quiere saber si los candidatos serán buenos presidentes y no como hacen una tortilla o lo bien que cantan los goles. Ausentarse de los debates deja demasiado campo libre a sus contrincantes en un momento en el que la lucha por el triunfo se adivina más igualada que nunca.

Y hay algo que sobresale sobre todas las demás consideraciones: la ausencia del candidato del PP no deja de ser una falta de respeto. Falta al respeto a sus adversarios, porque los ningunea considerando que compiten por la medalla de plata como si él tuviera asegurada ya la de oro. Falta al respeto a los ciudadanos, porque les hurta la presencia de aquel que dice querer gobernarles en un momento en que se han hecho considerables esfuerzos desde dentro del propio partido para hacer olvidar el lamentable episodio del plasma. Pero sobre todo es una falta de respeto a los votantes del PP, porque el mensaje que transmite es que tiene mejores cosas que hacer que dar la cara ante ellos. Hablar de fútbol o andar entre fogones, por ejemplo.

El Presidente sólo debatirá con el que considera jefe de la oposición porque afirma que únicamente ese debate será importante. Es posible que para cuando se celebre ese encuentro esté intentando remontar a la desesperada lastrado por los errores que está cometiendo desde antes del inicio oficial de la campaña. Y además me da la impresión de que el único debate al que le apetece ir es imposible de hacer, porque el contrincante al que desea medirse no es otro que Aznar. Quizá sea mejor así para él, porque a mí me caben pocas dudas de que lo perdería.

Mariano Rajoy copia la estrategia del avestruz. Esconde la cabeza en un remedo del juego infantil “no te veo, no me ves”. Es mayor el miedo a perder votos con meteduras de pata que la ambición de ganarlos con un programa brillante y bien explicado. Ha mutado de hombre gris escondido tras una pantalla de televisión a hombre gris escondido tras la Vicepresidenta. Está perdiendo una gran ocasión de dar el estirón definitivo y despegarse por fin en las encuestas y en las intenciones de voto, y ya veremos si no lo acaba pagando siendo el primer Presidente del Gobierno que no repite mandato. Pero ya se sabe que el Presidente hace lo que le dice su jefe de campaña, así que al menos tendrá a quién echarle la culpa

Notas desde la barrera Cap. XIV: La estrategia del avestruz