martes. 23.04.2024
Opinión

Notas desde la barrera Cap. XXXIII: El ataque de los clones

De todas las excusas que se han dado para justificar la presencia de una determinada persona en los llamados “papeles de Panamá”, sin duda la que dio el Ministro Soria es la más original. “La culpa la tuvo alguien que se llama como yo”. Nada de que la culpa la tuviera mi hermano, mi esposa o mi asesor. Alguien que respondía al mismo nombre que el Ministro decidió hacerse una sociedad “offshore” salpicando de paso a un partido político, como si ese partido no tuviera ya bastante con los casos de corrupción que habían salido hasta entonces y que siguen saliendo a día de hoy.

aznar (Copiar)

Claro que peor habría sido que le hubiera echado la culpa a su clon. Y cuando digo clon, no me refiero a Aznar, sino a un hermano gemelo del que nadie tuviera constancia. Es lo único que nos queda por ver en las distintas versiones que Soria ha ido dando a los medios de comunicación sobre la presencia de su nombre (y su firma) en varios documentos comprometedores. Hasta ahora, el Ministro se ha defendido diciendo que todo fue un error y que no conocía nada de esa empresa, luego que sí la conocía pero que nunca participó en ella, y finalmente que sí que participó pero que fue cosa de una herencia de su padre y que siempre ha tributado como todos los buenos españoles.

El problema del Ministro no es que haya podido defraudar, porque de no haberlo hecho estaríamos ante un delito ya prescrito. El problema es que ha podido mentirnos. Y eso, en un panorama de pactos para formar (o no) gobierno y unas probables elecciones anticipadas, es algo que hace mucho daño al partido al que pertenece y al que dice defender. Eso sin contar que la autoridad moral y la credibilidad de sí mismo y del gobierno del que aún forma parte ha bajado a niveles que impiden que puedan hablarnos de nada sin que el respetable empiece a abuchear. Y no hay nada peor que alguien que te dice lo que debes hacer sin crédito alguno entre los que deben escucharles.

El próximo lunes dice Soria que comparecerá en sede parlamentaria y dará todas las explicaciones pertinentes y necesarias. Puede que para entonces no sea necesario por haber ya dimitido. Es posible incluso que mientras se escriben estas líneas se esté redactando ya dicha dimisión. En cualquier caso, poco puede ya convencer ante el aluvión de documentos que los distintos medios de comunicación están sacando desmontando las pobres explicaciones ya dadas. Soria está acabado, y sólo falta por ver cuánto daño hará al partido al que dice representar.

Su clon también ha hecho de las suyas. Y no me refiero al que supuestamente se llama también Soria, sino al que nos presidió durante 8 años. Aznar ha sido al parecer cazado en un renuncio en su declaración de la renta, hasta el punto que entre la multa y la complementaria debe abonar al fisco casi 270.000 euros de nada. Quizá poco para alguien de su patrimonio, pero demasiado para quién cada vez que abre la boca parece que nos está regañando. Dicen los que saben de esto que la conversación en la reunión con Montoro fue casi cinematográfica. El ex-presidente dijo “¡No me puedo que creer que los míos me hagan algo así!”, a lo que el Ministro replicó “¡Yo no me puedo creer que uno de los nuestros haya hecho algo así!”. No me digan que el diálogo no es digno de “Pulp Fiction”.

Ambos clones comparten, ante todo, una característica común. Son patriotas de boquilla, de los que predican mucho con el dedo índice levantado pero dan poco trigo. Y estamos en una situación en que la gente está harta de sermones, sobre todo de aquellos que no los siguen. La pregunta ahora es cuánto perjudicarán sus actitudes al partido que dicen representar ante los próximos comicios. Un futuro desastre hará que muchos los miren con rencor. Y quizá no les falten razones para hacerlo.

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Notas desde la barrera Cap. XXXIII: El ataque de los clones