viernes. 26.04.2024

Hay que decir en honor a la verdad que Mariano Rajoy es un magnífico parlamentario, por sus  dotes y por su experiencia. Tan bueno, que confía todo su éxito a salir airoso, aunque esté acosado por unas circunstancias tremendamente difíciles. Él y sus asesores han puesto toda la carne en el asador para que salga airoso de este mal trance.

Es un error, porque el mal trance se pasa; pero la cruda realidad está ahí, tozuda e inexorable. Una buena imagen y una buena dialéctica no esconden la realidad en la que vive España, y su partido. Toda su bancada aplaudiendo acaloradamente, no se puede traducir en éxito. Porque dura bien poco. Solo faltan unas horas para que la losa de Bárcenas, y los datos de la Unión Europea derrumben ese castillo de naipes que han querido montar a base de un buen parlamentarismo. Y ¿por qué se derrumba tan fácilmente ese buen parlamentario? Muy simple, porque el discurso es pomposo, pero sin fondo; un discurso absolutamente alejado de la realidad; y un discurso lleno de olvidos. Olvidos tan palpables que cualquiera se da cuenta.

Rubalcaba, puede que haya perdido el debate, en términos de parlamentarismo, pero lo ha ganado en cuanto a estar pegado a la realidad. Para decir la verdad no hace falta la pomposidad. Rajoy, empieza el discurso siguiendo el guión asesor de un hombre que afronta con coraje la realidad. Pone encima de la mesa los trágicos datos de nuestra economía. ¿Realista? No. Se ha olvidado decir los que corresponden al pasado heredado, y los que corresponden a su gestión. Pequeño olvido.

Una vez iniciado el discurso con ese gesto, -solo es un gesto-, de valor y sinceridad, empieza a echar mano de la manida coletilla de la herencia recibida. Otro olvido. Se le ha olvidado que en el discurso de investidura, cuando pidió el voto para que lo eligieran, en las Cortes, presidente del Gobierno prometió no echar mano del pasado. Dijo, en aquella ocasión, que lo habían votado para solucionar los problemas y no buscar justificaciones con la herencia recibida. El pasado día 20 de febrero, 14 meses después de estar gobernando, no hizo otra cosa que echar mano de la coletilla.

Se le olvidó especificar que muchos de los recortes, no tienen justificación en la crisis económica. Son producto de un fundamento ideológico que nos ha conducido a desmontar lo ganado en Sanidad, en Educación, y en Dependencia. Se le olvidó que no puede echar la culpa a Zapatero de la diferencia del déficit encontrado, que fue consecuencia de los datos falseados de comunidades autónomas. Cuando acusa a la oposición de deslealtad, de no colaborar con el gobierno, se le olvida la oposición que hizo él. ¿Se le olvidó la ayuda que él prestó a la buena gobernanza del Estado?

Se acordó, y fundamentó todo su éxito, en la reducción del déficit. Argumentó que no se puede crecer sin unas cuentas saneadas. Es cierto, pero se le olvidaron algunos datos. No vamos a lograr los niveles de déficit y de deuda porque se le olvidó contabilizar algunos capítulos. Faltan unos días para saber el déficit de 2012 y la deuda. Y entonces se verán los logros, y… los olvidos.

Se le olvidaron muchas cosas. Hasta se le olvidó que había en la calle, esperándole un Bárcenas, y una trama Gürtel, que, al menos, desde 1994, -va para 20 años- afecta a buena parte de su partido, y que no ha sabido, o no ha querido, o no ha podido, hacerle frente. Se le ha olvidado que queda muy bien decir, lo de los hilillos de plastilina, pero que cuando choca con la realidad se convierte en chapapote.

Olvidos de Rajoy