Cuando José Antonio Labordeta, escribía y cantaba:
Habrá un día
En que todos
Al levantar la vista,
Veremos una tierra
Que ponga libertad.
no pensaba lo mismo que pueden pensar hoy los que vienen en una patera. Aunque la motivación, la necesidad, el desasosiego, sean de igual modo patentes. Y es que la POESÍA, no pierde vigencia. Escribir poesía es transmitir sentimientos, y los sentimientos permanecen. Poesía no es rimar palabras con musiquilla repetitiva.
Se imaginan una patera llena de inmigrantes, acercándose a Lampedusa, cantando la estrofa de Labordeta. ¿A que tendría el sentido de la desesperación? ¿A que encierra un dolor de impotencia?. Porque en ese mundo global del que tanto nos gusta predicar, con una pizca de insensibilidad, de inconsciencia, no podemos sentirnos ufanos, no podemos estar satisfechos mientras haya una sola persona que no goce de libertad. Y sin pan, sin medicinas, y sin cultura, no puede haber libertad.
No tenemos derecho a presumir, ni siquiera a mentar la palabra libertad, los que estamos en ese 20% de la humanidad, disfrutando la posesión de un 80% de la riqueza mundial. No habrá libertad, ni siquiera justicia, ni en el mundo, ni en España, ni en nuestro pueblo, mientras haya sectores de la sociedad que no tengan, que pierdan, lo esencial para vivir, mientras otro sector se afianza cada vez más en el poder y en la riqueza. No habremos llegado a ver “esa tierra que ponga libertad”.