Desde el siglo IX cuando la tradición señala que Pelagio observó una extrañas luces fijas en un monte próximo a Iria Flavia ( hoy Compostela ) y siguiendo las señales descubriera la tumba de Santiago el Mayor, se han sucedido movimientos de “peregrinos” que recorren rutas diversas que confluyen en Santiago de Galicia.
¿Qué motivación empuja a tantos jóvenes y niños, adultos y ancianos a recorrer con enormes dificultades cientos de kilómetros siguiendo esas señales amarillas que orientan y acompañan...?
Peregrinar hacia el oeste de Europa ha sido una constante en la historia: celtas y romanos aportan huellas considerables del mítico e iniciático recorrido hasta las “Columnas de Hercules” en Finisterre: NON PLUS ULTRA (no mas allá ) :el fin del mundo en la antigüedad que pudo ampliarse en 1492 con el Descubrimiento del Nuevo Continente.
Paulo Coelho ya nos mostraba el “carácter especial de la vivencia: “Mi vida cambió después de hacer el Camino”... su obra literaria y la película “El Peregrino” rememora una aprendizaje que es similar en multitud de relatos personales de cuantos hemos tenido el honor de rememorarlo en momentos cruciales de nuestra vida:
Es como un renacer volviendo a “nuestras fuentes”, con tiempo para pensar, enfrentados a nuestros condicionantes personales y las dificultades en la caminata que nos recuerdan las mismas que afrontamos a lo largo de la vida.
Conozco senderistas que lo hicieron en Bicicleta desde Valdepeñas, matrimonios con el carrito y su bebé, familias con sus niños, padres-hijos, personas muy adultas...
En los momentos de dificultad, la experiencia merece la pena: cargar con la mochila y desde el Pirineo ( Camino Francés) o desde Sevilla (Ruta de la Plata) recordaremos el sentido del camino de la vida que tenía Machado:“la vida entendida como un gran viaje”:
“Voy soñando caminos de la tarde.
¡Las colinas doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿A dónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero...
La tarde cayendo está”.