sábado. 04.05.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo XVII. La tecnología

Dos semanas llevamos ya que no para de llover, el mismo tiempo que no vemos un rayo de luz que nos ilumine a todos. Aunque el Rey quede para unas cañas con los presidentes de Latino América. Y digo yo, ¿tendrán valor estos señores a echarnos un cable? Después que los suyos han venido a trabajar en lo que no queríamos nosotros, a limpiarles el culo a nuestros abuelos, ponernos ricos cafés…

 Porque nosotros éramos pudientes y esos trabajos ya no gustaban tanto. Y encima, cuando algo no nos cuadraba mirábamos al cielo y deseábamos que se fueran de nuestro país, sin contar las miradas raras que nos han soportado, y los comentarios como que nos han quitado los puestos de trabajo. ¿Sabéis qué os digo? Que ahora si tenemos que ir a sus países a trabajar, que sintamos en nuestras carnes el trato que les hemos dado.

Cuando la gran ciudad está sumida en un mar de lágrimas que caen desde el cielo, qué mejor refugio que una buena cafetería con las amigas y un buen café. Un gran silencio me deja un poco rara, y claro, cómo no darme cuenta que todas están enganchadísimas a los terminales mandándose mensajes como locas, las unas a las otras, fotos, vídeos, todo lo que encuentran a su paso, ya no salen a fumar fuera. El café se enfría y ni caso.

Cuando veníamos por las mañanas lo primero que se ponía encima de la mesa era una buena conversación, las noticias del día y el tabaco metido en una cajita feísima decorada con cristales con la forma de un gato repelente. Terminales como tabletas de chocolate con carcasas decoradas igualmente con la cara de la odiosa gata.

Fijaos, la Puri estuvo conectada hasta las cuatro. ¿Qué estaría mandando y a quién? Que la Gloria pone unas faltas de ortografía que no hay por donde cogerla. Normal, su móvil no es de los más punteros, y no le corrige las faltas. Que la Carol no me contesta y le ha llegado el mensaje, ¡la tía petarda! ¡Y qué decir, cuando se compra un bolso y nos lo restriega a todas mandando una foto del mismo y preguntando qué tal le quedaría!

La Salvadora solo manda caras y dibujitos, qué solo parece que se comunica en morse. Y mi Laurita en clave, que no me entero de nada.

Por la calle vamos conectadísimas, sin mirar al frente, una mano coge la barra del metro y la otra el dichoso móvil. Que entra una anciana al vagón, ni caso, y la preñada lo apoya en la barriga.

Kuka: Laurita hija, que te vas a dar contra la farola.

Las niñas entran en los comercios y en los vestuarios se hacen fotos para mandarlas a las amigas, después no los compran porque ya se los han visto puestos las demás, y que no se le ocurra a ninguna comprárselo porque ya estaría repetido.

Y ni qué contar de las que se pasan todo el día dando información de estado: a las ocho desayunando, luego te plantan una foto de algún perro maltratado y pidiéndote que le pongas un 'Me gusta'. Después lo que preparan para comer, adornando con una frase que han cogido por ahí para que reflexionemos sobre la vida. Total, ni caso.

Que nos vamos de vacaciones, plantamos hasta la foto de la tarjeta de embarque. Caritas de felicidad, que con un dibujito dice cómo nos encontramos hoy. Y digo yo, ¿esto es necesario? Ya cuando me cruzo por la calle a la vecina, ni se inmuta la tía, tiene clavada la mirada en la dichosa pantalla.

Eso sí, voy a lanzar un órdago a favor de esta obra creada por el demonio. Desde que puse el dichoso programita en mi móvil la comunicación y el control de mi Paco ha mejorado, y ha vuelto a mi vida un 'te quiero' después de cada frase.

Capítulo XVII. La tecnología