Segura de sí misma, con un montón de sueños en el bolso, ella soñaba con un rico heredero, con un yate y unas vacaciones en Mónaco.
Tenía una carpeta llena de recortes de revistas, de actrices y señoras de postín que alimentaban sus sueños de ser una diva. Se casó tres veces. El primero un gafotas del colegio, su matrimonio duro lo mismo que la primera noche en vela por culpa de sus ronquidos. El segundo, con un tendero, poco pelo, y todo término cuando descubrió que le gustaba más que a ella un tacón de aguja.Y el tercero, un anciano con tierras y ganado, que iba a jugar al bingo donde ella era la chica del bombo. El vejestorio se le murió y ella no vió ni un duro por culpa de unas monjitas que cada semana iban a a venderle los dulces maravillosos que sabían al cielo, cuajado de ángeles tocando el arpa.
A sus 40, viuda y arruinada, decidió cumplir su sueño, Se colaba en todas las fiestas, acosaba a los ricos carcamales, intentó vender un robado y pedía propinas por contar chistes en las mesas de aburridas señoras enjoyadas.
Cargada de joyas falsas se metía en los bancos, créditos y tarjetas, perdió el norte, la casa y hasta las pestañas. A pesar de su ruina, la señora siempre tenía una sonrisa y una mirada picara para los señores de buen ver.
Puri señora de los gatos que vive en un parque, con vida intensa y olor a vino, cuenta historias a los paseantes y cobra por ello.
