Soledad en los recreos, la, única compañía de un bollo de azúcar y la cabeza gacha, como si de un bicho raro se tratara.
En el pupitre de al lado había una chica, lo observaba, con mirada dulce, escondida detrás de unas inmensas gafas.
Dentro de su mano había un regalo, una pequeña manzana de plata.
Símbolo de su amistad, colgaba en su cuello, y cuando la cosa se ponía fea, se aferraba a él aportando seguridad.
Pasaron los años y todos crecimos, maduramos y vencimos a los miedos y demás soledades, y aquella pequeña manzana quedó olvidada en un cajón.
Pero el destino es caprichoso y después de mucho tiempo, con sus vidas hechas, un día de limpieza apareció.
Sonaba el teléfono y detrás había una voz que decía: ¿Cómo estás? Tengo guardado tu precioso regalo y la promesa de volverte a ver.
El llanto y la alegría se hicieron dueños de esas almas.
Un abrazo largo y caluroso, unas lágrimas en la mejilla, y un hasta pronto amiga mía.
Nuria y emilio juntos para siempre.
Kuka