viernes. 17.05.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo L. Un año

365 días han transcurrido ya desde que empecé a contar historias, los mismos que pasaron estrepitosamente por nuestras vidas. Idas y venidas de ideas, de experiencias que, claro, necesitaría toda una vida para contarlas. Hace un año me dieron la oportunidad de crear algo, un personaje, que anda un poco perdida por la vida, apática con los demás y algo quisquillosa.

Eso sí, sincera y justa, o al menos eso cree.

Kuka podría ser yo, o cualquiera quizás, y más con los tiempos que corren, algo turbulentos en nuestras vidas. Su propósito es muy claro, el de entretenerles o al menos sacaros alguna sonrisa, aunque sé que es algo muy difícil. Con que nos evadamos cinco minutos de la realidad y nos haga reflexionar sobre cualquier cosa, me doy por satisfecho.

Eso sí, gracias a mi experiencia como columnista, me siento mejor y voy creciendo como persona, y eso se lo debo a ustedes. Gracias por seguir a esta loca cada semana.

Revolución 

Dando saltos en el sofá viendo cómo abdican todos los reyes del planeta, no doy crédito al contemplar como el pueblo llano se levanta en cualquier parte del mundo, están todos hasta el moño de que los manipulen, y me da la sensación de que aquí en mi amada patria nos están tocando la peineta y haremos lo propio.

Yo empezaría por manifestarme dentro de casa y poner a cada uno en su sitio, y al perro en la calle, que me tiene fritos los geranios. Abriría el cuarto de los ninis y les pegaría fuego, las zapatillas horrendas de Paco por la ventana, y un poquito de lejía a la maceta de no sé qué, que tiene mi hijo en su cuarto. La misma me lo tiene como en trance todo el día. 

Arrancaría cortinas adamascadas sesentonas, rajaría sofás de sky camel, que se pega en verano al cuerpo como una ventosa.

No dejaría ni la tele en su sitio, total para ver a la rubia que se hizo un vídeo en actitud casquivana diciendo tonterías, cojo la pantalla y la ahogo en la bañera.

Y si me meto con la cocina ni os cuento, que todo lo que me dejan por medio, al contenedor y que coman en platos de plástico.

Cuando hubiese terminado lo pintaría todo de color verde esperanza y me iría al Ikea, para comenzar de nuevo.

Y que dé gracias a Dios el presidente, que como me lo cruce a la salida del súper, le meto un bofetón, y le regalo al perro para que se coma las plantas de su palacio.

La verdadera revolución empieza desde dentro de cada uno, y si empezamos a cambiar nuestro entorno, podremos cambiar el resto, y si hay que cortar cabezas, se cortan, que no tenemos nada más que una vida, y se nos están riendo en nuestra cara los cuatro sinvergüenzas de turno.

Eso sí, sola como la una, con un horizonte nuevo y una vida nueva. ¿O quizás no? 

Estoy fatal.

Kuka

Capítulo L. Un año