domingo. 12.05.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo LXI. En paz con Dios

Hay una pequeña iglesia en un barrio olvidado que pertenece a unos monjes muy mayores, quedarán dos o tres nada más. La puerta está entreabierta y mi curiosidad me hace entrar a ver la capilla. Hay dos o tres personas escuchando misa, me siento en un banco, pues a mí las iglesias me transmiten paz.

No muy lejos en un confesionario se encuentra un sacerdote muy mayor y muy arrugado, me mira con ojos vidriosos y una fuerza inexplicable hace que me acerque a él y postrándome de rodillas, me confieso.

Cuando me pregunta el tiempo que hace que no me confieso, le digo que desde mi primera comunión. Hace treinta años. El padre misericordioso pone su mano en mi cabeza y no le da importancia, me considera un hijo de Dios.

Cuando me pregunta de nuevo cuales son mis pecados, contesto: hace veinte año me disgusté con el padre de todos los humanos porque me arrebató un gran amor y mi padre en menos de una semana y creo que va siendo hora de hacer las paces con él.


El padre con los ojos llameantes, me dice que no tengo ningún pecado que confesar, que mi mirada llena de amor me delata. Después de esos veinte años, los últimos diez, me los ha recompensado con creces, con una riqueza espiritual inmensa y con un amor que me acompañara siempre.

He comprendido que muchas cosas que me ocurrieron tenían un por qué, hasta traerme aquí, en este punto de mi vida y así poder dar las gracias por todo lo que me rodea.

Pero me faltaba una cosa, reconciliarme con nuestro creador para así poder continuar mi camino. Ahora sé que todo ocurre por algo y el que está arriba, por muy mal que nos vayan las cosas, está muy pendiente de nosotros.

Cuando después de treinta años comulgué, una gran paz interior se apoderó de mi y sé que el resto de mi vida será algo más placentero.

Capítulo LXI. En paz con Dios