Mis amigas se pusieron el mundo por montera e hicieron sus vidas, tuvieron hijos, estos sanos y felices, no se sí una vida mejor o peor, pero vivieron como quisieron, sin prejuicios y en plena libertad.
Amor limpio, seguro y fuerte, y eso mismo enseñaron a su progenie.
El camino no fue fácil, y más por una sociedad que lapidaba a las mujeres en plena calle, y no con piedras ni cantos rodados, con palabras que hieren el alma.
Esta sociedad llena de prejuicios y de falsas apariencias, no entiende de amores verdaderos, y limpios.
Siempre que regreso de camino a mi pueblo, me hago la misma pregunta.
Todos nos escandalizamos por como viven otros, por lo que creemos que está mal a nuestro alrededor. Y a veinticinco kilómetros a la redonda sin contar los pisos de alterne que hay dentro de la urbe, nadie se pregunta nada.
Algo falla.