La máquina del dolor se pone en marcha, y nuestro corazón llora de pena porque se nos va algún ser querido.
Antiguamente se velaba en las casas. Ahora, más modernos, en edificios fríos; ya no tienen sillas de enea.
Allí entra una de las más antiguas de las profesiones, y no es la que ustedes saben aunque las mismas no tributen a Hacienda. Es otra muy distinta, el oficio de llorar.
Las plañideras, contratadas para ese menester, daban suntuosidad a las casas más pudientes, y así lloraban por las señoras, que éstas, magiestáticas, no podían expresar su dolor por un ser querido.
Mi querida súper friki Gloria andaba todos los días hablando con espíritus ,abducida y embarazada de todos los extraterrestres del universo, se le ocurrió un día poner carteles en los cementerios ofreciéndose a tales menesteres, por una cantidad muy decente de dinero.
Ella llora según le paguen, que para eso tiene unas tarifas muy completas. Según sea de gorda la lágrima, eso tiene un precio. Si se tira encima del ataúd la cosa sube; si lo besa, ni te cuento. Si grita, patalea o entra en trance, las cantidades son astronómicas. Pero de eso no reclaman tanto, la cosa no está para convulsiones encima de una lápida.
También se puede llevar a unas amigas, que la cogerán en brazos si hace falta. Por dolor que no sea, aunque sea pagando. Las compañeras de Gloria consuelan a la viuda, duermen a los niños y, si hace falta, hablan con los abogados por si ha dejado algo.
Entre lágrimas y chupitos de aguardiente te decimos adiós, con la pena de que me has dejado sola, en la flor de la vida. Como la orquídea no está marchita, seguro que pronto encontraré jardinero.
¡Qué desconsuelo más grande, qué corazón tan vacío, qué poca herencia!
Te digo adiós con toda mi alma, que después de ésta, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, haré lo propio.
Querida Lupe, tú eres mi fuente de inspiración, seguro que estás de juerga con Amy, contentas y felices, déjenme un hueco para cuando suba.
Kuka