sábado. 27.04.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo XXXIX. Un cuento que no viene a cuento

Hubo una vez, un vasto Imperio que casi gobernaba todo el mundo. Poco a poco, iba perdiendo fuerza y regiones a golpe de barajas de cartas y vasos de vino. Si sumamos también el montón de guerras inútiles, crucifijo en mano, hicieron posible que todo se redujera a un solo país. En la barbilla del mismo hay un grano, que ya no le pertenece y que algún iluso sueña con recuperar.

En ese país, entraron intrusos a imponer su ley, y el pueblo llano se plantó hasta que fueron expulsados.

Después de años, más o menos felices, los hermanos se mataron entre sí, cada uno a su manera para volver a su nación de un color, y una manera de pensar que al final era: el yo ordeno y tú obedeces.

Cuando parecía que aquellas buenas gentes tenían paz, le vendieron un Estado de Bienestar repleto de supuestas libertades, todas ellas enmascaradas por un tirano más cruel que los anteriores: el dinero.

Que coma el pueblo, que se desate Sodoma y Gomorra, un edén plagado de frutos y abundancia, con algún que otro somnoliento que se entera de bien poco. Montones de golosinas fueron repartidas entre sus gentes, las cogieron a manos llenas, pero estaban envenenadas y el precio era muy caro, tan caro que sus gentes de bien pagaron con sus casas, sus tesoros y peor aún, su pan.

Es muy fácil decirle ahora a la masa que les está muy bien empleado por jugar a ser ricos o que cumplan sus responsabilidades. No sé qué se les puede decir ahora a las víctimas de los engaños… ¡Ah!, ya sé: “Si abrís la boca, seréis unos nazis”.

Pero como eso tampoco funciona, cojamos a una señora y la paseamos por una plaza entre abucheos, gritos y tirones de pelos con el objetivo de darle de comer al pueblo hambriento de justicia.

Que sí, que ésta metió la mano en la caja, que está juzgada y que pague por ello. Total, si al final saldrá como Ave Fénix, más reforzada y terminaremos por beatificarla.

Mientras el pueblo se distrae con estos menesteres, por la puerta de atrás se van los listos cargados de monedas.

¿Para qué queremos otra guerra? Vale mucho dinero. Mejor que los que sobran mueran de hambre o de enfermedad, que no se podrán costear.

Y digo yo, desde mi poca cultura: Señora, si usted que califica a una inmensa mayoría de estafados, de fascistas, la que no se escandaliza por la situación tan lamentable de su pueblo y tampoco pide ayuda para remediarlo, ¿de qué la califico yo? Creo que no hay definición posible.

Estamos en el 2013, y no porque el último número sea de 'mal agüero', pero yo no veo mucha diferencia con la Edad Media.

Al final de este cuento, se repetirá la misma historia.  ¿Habremos aprendido la lección o se extinguirá la Humanidad antes?

Creo que tengo que dejar el té.

Capítulo XXXIX. Un cuento que no viene a cuento