viernes. 17.05.2024
LAS HISTORIAS DE KUKA

Capítulo LI. Encorsetados

Desde que el hombre es hombre, y más aún la mujer, con el propósito de recoger todas las carnes, inventaron una bonita prenda, que a la vez que realzaba la figura la dejaba sin respiración. La primera vez que vi dicha vestidura fue en Lo que el viento se llevó, cómo una Nani embutía como una morcilla a una frágil Escarlata a golpe de tirones de cuerdas.

 

Después de tropecientos años la cosa parece igual. Es más, yo diría que se ha puesto de moda. ¿Con qué propósito? Con el mismo de entonces: dejarnos sin aliento.

Las modas vienen y van y con ellas la forma de vestir, pero me da a mí que el hecho de ir encorsetados se da por igual en ambos sexos.

Nunca pensé que dicha prenda también se podría poner en la cabeza para estrujarnos la sesera. Pues así para beneficio de muchos, mientras sigamos así otros se lucrarán. Que se lo pongan ellos a ver qué pasa.

Como servidora no tiene nada mejor en qué pensar se me ha ocurrido quitármelo para andar un poquito más suelta. Como una Lola Flores cualquiera voy por la calle con mi túnica marroquí y las carnes sueltas, a ver si así se me abre un poquito la mente, y me dejo de prejuicios y tonterías.

Sin ánimo de juzgar ni ofender a nadie después de poder respirar hondo, miro a mi alrededor y sólo veo caras asfixiadas con la cabeza encorsetada, y tapándome los oídos para no escuchar nada de la triste vida de los demás.

Y para mi no es una moda, es una actitud. Ir por la vida como me place, pues así cobra mucho más sentido la palabra libertad.

Beso a quien me agrada, hablo con quien quiero y me pongo lo que me da la gana, porque mientras yo esté en este mundo, no le tengo que rendir cuentas a nadie.

Me miro al espejo, después de quitarme ese nefasto atuendo, y me doy cuenta de que soy hermosa, de dentro a fuera.

Una paz interior se adueña de mi, y eso se refleja provocando risas y deseo.

Qué sentido tiene darle gusto a aquellos que sólo piensan en sí mismos, a religiones que sólo meten miedo al ignorante, y los cuervos negros, para su propio beneficio.

Como la calle está desierta y las casas más llenas de gente con miedo, voy a mis anchas.

Cuando me quité esa prenda horrorosa, descubrí una cosa, que el mundo también era mío.

Kuka y su botella de té

Capítulo LI. Encorsetados